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Opinión | Envejecimiento

Silver tsunami

¿Quién cuidará de quienes hoy cuidan de todos? ¿Los jóvenes de hoy? La distancia que les separa es mucho mayor que la estrictamente marcada por la edad

Una pareja pasea en las inmediaciones de las centrales de ciclo combinado de Sant Adrià de Besòs.

Una pareja pasea en las inmediaciones de las centrales de ciclo combinado de Sant Adrià de Besòs. / JORDI OTIX

Dentro de pocos años, uno de cada tres ciudadanos tendrá más de 65 años. El dato impresiona y explica por qué algunos demógrafos han bautizado la llegada del baby boom a la tercera edad como silver tsunami. El nombre suena apocalíptico, como si el envejecimiento fuera una ola destructiva que lo arrasara todo. Pero quizá la pregunta real no es si debemos temer este cambio, sino cómo será vivir en una sociedad donde la madurez y la experiencia serán la norma.

En la visión más productivista de la vida, los mayores son una carga. Pero hoy, la generación que envejece viaja, consume cultura, llena restaurantes y hace funcionar el mercado inmobiliario. Han sido la generación con más acceso a la educación y al Estado del bienestar, y eso les da una posición nueva en la historia. Es una generación inconscientemente tiránica, acostumbrada a que todo gire a su alrededor, porque también es la que sostiene buena parte del tejido visible e invisible.

El reto es enorme y parece que no se está abordando con la urgencia necesaria. El sistema de pensiones y de salud tendrá que repensarse; las ciudades necesitarán transporte y viviendas adaptadas, nuevos espacios de cuidados; y el mercado laboral deberá integrar a personas que aún tienen mucho que aportar, más allá de los 60. Todo esto debe ocurrir ya. Esta semana un informe revelaba que dentro de solo diez años harán falta, solo en Catalunya, 80.000 plazas de residencia y 26.000 trabajadores del ámbito de los cuidados. ¿Quién cuidará de quienes hoy cuidan de todos? ¿Los jóvenes de hoy? La distancia que les separa es mucho mayor que la estrictamente marcada por la edad.

Antes de desaparecer, sin embargo, esta generación aún tiene la oportunidad de dejar un legado a las que vienen detrás: recuperar el valor de la experiencia, repensar la solidaridad entre generaciones y redefinir qué significa envejecer. Siempre y cuando los jóvenes no se alcen en una especie de baby revolution exigiendo protagonismo, pero sobre todo oportunidades.

La pregunta, pues, sigue abierta. ¿Cómo queremos que sea la vida cuando la vejez se convierta en nuestro paisaje cotidiano? No hay una respuesta única, pero de las decisiones que se tomen hoy dependerá el éxito o el fracaso de una generación que se supo centro y que aún no se ha preparado para convivir con su propia dependencia.

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