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Opinión | La Calle Nueva
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Mario Vargas Llosa se despide de ustedes

'El pez en el agua' es un libro sin el cual no puede entenderse su vida, ni tampoco la vigencia cada vez más imperiosa de su literatura en el siglo XX

Mario Vargas Llosa, una pasión rabiosamente literaria

Mario Vargas Llosa durante una entrevista para El Periodico

Mario Vargas Llosa durante una entrevista para El Periodico / David Castro

En diciembre de 2010 Mario Vargas Llosa se subió al estrado donde iba a agradecer, ante un auditorio lleno de parientes y amigos, la concesión del premio Nobel de Literatura de la Academia Sueca. Por la mañana había sufrido un ataque de pánico: perdió de pronto el habla. Este periodista lo vio salir despavorido del Grand Hotel, donde se alojan los galardonados con el Nobel en el más importante establecimiento hotelero de Estocolmo.

Por señas, Vargas Llosa me explicó que se iba al médico. Sus ojos guardaban el estupor de un niño que había perdido a sus padres, o de un anciano que ya carecía de asilo. Los médicos le aliviaron el miedo y él regresó como el que era: un hombre atlético que, a sus 74 años, seguía haciendo más gimnasia que sus hijos.

Luego, en la sesión más importante de su serie de encuentros con las autoridades y con los amigos, el autor de 'El pez en el agua', una autobiografía en la que su padre y su madre juegan un papel que él no olvidó en su vida, a Vargas Llosa le falló otra vez la voz que había recuperado.

Esta vez, mientras le agradecía a su mujer, que es también su prima Patricia, lo que ella hizo por él y por su tiempo y por sus libros, le entró una llantina fugaz pero tan evidente como aquel susto, que parecía sin remedio, con el que había despertado por la mañana.

Los que conocían bien al creador de Zabalita, el personaje que mejor lo representa y que es el héroe de 'Conversación en La Catedral', explicaron que esos tropiezos sentimentales tenían que ver con esa figura del padre que él jamás pudo despedir de su memoria. Aquel padre, que había dejado a su madre cuando esta llevaba meses esperando a Mario, reapareció en su vida y se la amargó cuando el muchacho, que ya leía poesía, lo reencontró. Le cambió la vida, lo arrojó a un colegio despiadado y le conminó a ser, al menos, como él, es decir, un hombre de provecho.

Pero Mario Vargas Llosa ya era un escritor en marcha; en aquel colegio se adaptó al mundo de los muchachos y de los militares y salió de allí siendo el hijo de su madre que repudiaba a su padre. Hasta el final de sus días. Todas esas vicisitudes fueron parte después de 'El pez en el agua', un libro sin el cual no puede entenderse la vida de Vargas Llosa, ni tampoco la vigencia cada vez más imperiosa de su literatura en el siglo XX.

Años después, tras vicisitudes que rompieron una relación que juntó a padres e hijos casi toda una vida, el encuentro terminó recomponiéndose en Perú, donde se reencontró la familia tras años de desencuentro. Mario Vargas Llosa, peruano y español, se reencontró con Patricia, aquella mujer por la que lloró, y con los hijos; viajaron como antaño, reaparecieron en fotos y en abrazos, y a esa alegría del reencuentro se unieron sus amigos de allá y de acá como una razón de vida que los iba a a juntar hasta la despedida.

El reencuentro se fue fraguando desde Madrid, cuando Patricia estaba en la casa de siempre en Lima, y Mario regresó a su casa de la calle Flora, camino de un viaje que ya sería a Lima y a Perú, sobre todo, con algunos regresos familiares a Madrid. Mario era ya, sobre todo, un hombre destinado a despedirse de Perú, y de la vida, en Lima, y así fue. Lo vi en esos momentos del reencuentro con Flora. Me citó para hablar de cualquier cosa, y de cualquier cosa fuimos hablando, hasta que a la hora de decirnos 'hasta luego' o cualquier cosa, me dijo, más o menos: “Ya esta es mi casa otra vez”.

Tiempo después le pregunté a Mario, en el mismo entorno, qué estaba escribiendo, qué quería hacer. Me confesó que estaba escribiendo sobre su maestro primero, Jean Paul Sartre. Apuntes, de momento, vino a decirme, como si estuviera ensayando una despedida por donde empezó la pasión de su vida, la literatura. Esta semana, en Cáceres y en Trujillo, la Cátedra Vargas Llosa, que continúa el homenaje que se le debe al Nobel, juntó a estudiosos de su obra, a seguidores de su vida, y a quienes de un modo u otro lo han querido como el hombre que fue y el escritor que queda. En medio de ese homenaje, que es póstumo por su muerte reciente, a los 88 años, en Lima, y que será largo porque su obra durará más que nosotros y que muchas generaciones seguramente, el escritor Edu Galán organizó un homenaje bellísimo a partir de las memorias que el propio Mario hizo para contar cómo había sido aquella relación con su padre.

Su hijo Álvaro, Ana Belén, Magüi Mira, Ángeles Mastretta y hasta doce intérpretes, entre artistas y escritores, leyeron aquellas confesiones, muchas de ellas extraídas de 'El pez en el agua', su autobiografía. Hicieron que el futuro de su memoria hallara un eslabón más de admiración por el autor de 'La ciudad y los perros'.

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