No hay plan B al turismo
Barcelona es víctima de cuatro factores que, mezclados de forma simultánea, son letales y llevan, inexorablemente, al empobrecimiento
Barcelona aprueba por amplia mayoría reducir el aforo de turistas que entran al Park Güell

Concentración contra el turismo masivo en las puertas del Park Güell de Barcelona / ACN
La llegada de turistas internacionales a Catalunya cayó un 4,3% el pasado mes de agosto y lo peor es que hay muchos, especialmente en las instituciones, que se alegran de esta desgracia.
Barcelona, principal punto de entrada de turistas a España, e inequívoca locomotora turística de nuestro país, es víctima de cuatro factores que, mezclados de forma simultánea, son letales y llevan, inexorablemente, a un empobrecimiento de la ciudad y de los que viven en ella.
El primer factor es la campaña de rechazo al turismo promovida, de forma irresponsable, desde hace años desde el mismísimo Ayuntamiento de Barcelona. La matraca iniciada por Ada Colau ha calado en amplias capas de la sociedad. Los gobernantes no han sabido gestionar los flujos de gente, la seguridad, la limpieza, la política de vivienda y los equipamientos vinculados al turismo y en lugar de asumir su incompetencia y buscar soluciones han culpado a la industria turística y a los visitantes.
La gente no suele visitar lugares donde no se siente bien recibida e ir por la vida aplaudiendo, desde la poltrona gubernamental, a los que asaltan autobuses turísticos o acosan a los turistas en las terrazas no nos va a salir gratis.
El segundo factor es la inseguridad ciudadana. El pasado miércoles, en 'El matí de Ràdio 4', un representante de la asociación de vecinos de Ciutat Vella le contaba a Xavi Freixes cómo solo hacia falta entrar en los comentarios de los usuarios de los hoteles de la Rambla del Raval para ver que la valoración de los establecimientos es muy alta y, en cambio, las amargas quejas por los robos en la esquina del hotel son una constante. La imagen del robo del reloj de Lewandowski a la salida de un entreno da la vuelta al mundo, el algoritmo la repite machaconamente en las redes y el daño reputacional a Barcelona se hace irreparable. Hoy en día, cuando podemos elegir entre cientos de destinos y la competencia turística es salvaje, la decisión de a donde ir se decanta por los comentarios en Tripadvisor o Booking. Nadie elige un lugar sucio e inseguro si puede ir a otro menos peligroso y más amigable.
La tercera causa del frenazo turístico es la congelación o desistimiento en nuevas infraestructuras, fruto de la falta de impulso político o el desacuerdo. El colapso del aeropuerto, el rechazo al Hard Rock o el desprecio al Hermitage son el resultado de gobiernos más preocupados por mantenerse en el poder que en el progreso social. Sin novedades el turista no repite, busca nuevos destinos.
Y el último, pero no menos importante, la fiscalidad vinculada al turismo frena el crecimiento. Las administraciones, tanto la municipal como la autonómica, han decidido que no quieren tantos turistas y que a los que sigan viniendo hay que esquilmarlos. Los operadores ajustan los precios al céntimo, el crucero que no puede atracar en Barcelona lo hará en Marsella o en Tánger, donde lo recibirán con los brazos abiertos. Mientras Barcelona, y con ella toda Catalunya, habrá autodestruido nuestra industria más potente: el turismo.
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