'Lost in Translation'
Con las maletas olvidadas hay un componente personal, que me genera una gran fascinación. ¿Por qué nunca las recogieron?
Las subastas de maletas perdidas en aeropuertos se extienden por Europa: "El precio de salida son ocho euros"

Un empleado del aeropuerto de Barcelona-El Prat traslada varias maletas perdidas durante una huelga en 2022. / FERRAN NADEU
El título de 'Lost in Translation', la película de Sofia Coppola en la que dos almas solitarias se encuentran en Tokyo, hace referencia a la expresión inglesa de todo lo que se pierde en la traducción de una obra original (es decir, lo importante) y también a las pérdidas sentimentales de los protagonistas en una atmósfera que es justamente un traslado hacia un no-lugar en la gran ciudad.
Todos pierden (o han perdido) algo. Como es el caso de las personas que no han ido a recoger las maletas que se extraviaron en 2024 en los aeropuertos de todo el mundo. Según la noticia de Roberto Bécares en este diario, 2,76 millones de maletas perdidas y olvidadas. Resulta que, al cabo de un tiempo, sin reclamaciones, las compañías aéreas se deshacen de ellas y las maletas, unas cuantas, son subastadas. Sin abrir. Es decir, el comprador adquiere el envoltorio sin saber lo que contiene el interior. Creo que había un programa de televisión de esos que plantean situaciones esperpénticas en el que se podían comprar contenedores de almacenamiento. Sin abrir. Las pujas eran a ciegas. A veces encontraban un tesoro; en la mayoría de las ocasiones, basura hacinada.
Sin embargo, con las maletas olvidadas hay un componente personal, que me genera una gran fascinación. ¿Por qué nunca las recogieron? ¿Tan poco interés tenía en su contenido el propietario de la maleta? No se trata de participar en la subasta en busca de grandes hallazgos (que los habrá), sino de entrar en la intimidad de las personas desconocidas. Tengo la tentación de participar en una de estas subastas para descubrir lo que llevaban los viajeros. De imaginar sus vidas a partir de unas pertenencias que han quedado envueltas en el olvido de un almacén. Desde el neceser con cremas y cosméticos, hasta las camisas o las faldas o los calcetines que yacían en ese objeto. Regalos para la familia u oscuros instrumentos inconfesables. Ah, y el momento culminante, el de abrir la maleta en casa y comprobar que, de hecho, no había por tanto, perdida la vida en el traslado.
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