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Opinión | AUTO SOBRE ÁBALOS

El "estupor" del juez que deja estupefacto

El juez Leopoldo Puente, en una imagen de archivo.

El juez Leopoldo Puente, en una imagen de archivo. / EP

La existencia de los denominados ‘jueces estrella’ no es una excepción española desde que Baltasar Garzón diera sentido a esta expresión. En países en los que la instrucción también ha recaído en los jueces han surgido perfiles similares, impulsados por la cobertura mediática de los casos que investigaban. En Italia, el grupo de jueces anticorrupción conocido como el ‘pool antimafia’ de Palermo se convirtió en icono nacional en los años 80 y 90, con Giovanni Falcone y Paolo Borsellino —ambos asesinados— como principales figuras. En Francia, Renaud Van Ruymbeke, responsable de las investigaciones sobre el empresario Bernard Tapie o el gigante petrolero Elf, fue apodado el “juez incorruptible” y protagonizó portadas y documentales.

La principal diferencia entre estos casos y los que encontramos en España reside en el indisimulado afán de notoriedad de algunos magistrados españoles. Una minoría, es cierto, de los 5.416 jueces que integran la carrera judicial, pero muy ruidosa. El último ejemplo es Leopoldo Puente, quien mostró en un auto su “estupor” ante la continuidad de José Luis Ábalos como diputado en el Congreso.

Los jueces tienen la responsabilidad de actuar con imparcialidad, objetividad y apego estricto a la legalidad, sin emitir juicios de valor. Esta separación de funciones no es únicamente un mandato constitucional, sino una garantía esencial para preservar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y garantizar el equilibrio del Estado de derecho.

Independientemente de la gravedad de los hechos que se imputan a Ábalos, y aunque pueda resultar obsceno que siga cobrando un sueldo público y lo ético hubiera sido renunciar, no hay condena firme y no ha sido inhabilitado. Sembrar la idea de que debería ser desposeído de su cargo antes de ser condenado socava su presunción de inocencia por parte de quien tiene que preservarla. Cuando un juez declara su “estupor” ante una decisión política, traspasa una línea peligrosa y erosiona su independencia.

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