¿Quién dice que Uber no puede patrocinar al Barça?

En la foto, una parada de taxi y un Uber VTC, en Barcelona. / Ferran Nadeu / EPC
España sufre del mal del maniqueísmo, la tendencia que clasifica a las personas, las iniciativas o las empresas como buenas o malas, sin matices ni términos medios. De ahí se deriva el paso siguiente, la cancelación, que busca perseguir al contrario y expulsarlo de la vida pública. Este fenómeno tan poco edificante no entiende de partidos políticos. Los intentos de censura se dan tanto en la izquierda como en la derecha, como han explicado este fin de semana Leticia Blanco, Rafa Tapounet y Nando Salvà. La caza de brujas, que suele responder a intereses particulares de sus impulsores, se dirige a personas que protagonizan conductas inapropiadas, vierten opiniones controvertidas o apoyan causas impopulares. Su efectividad es discutible, porque, en ocasiones, no hace sino disparar la popularidad de aquellos a los que se quiere condenar al ostracismo.
La cancelación también tiene su vertiente empresarial, cuya generalización per se es igual de reprobable e inútil. Basta recordar el crecimiento de asistentes que registraron este verano los festivales de música propiedad del fondo de origen judío KKR, a pesar del boicot que sufrieron porque supuestamente KKR tenía intereses inmobiliarios en Gaza. Pero ello no impide que la condena social a las empresas crezca y se cebe con una nueva víctima, Uber. La empresa firmará este miércoles un contrato de patrocinio con el FC Barcelona, que ha indignado al mundo del taxi y a todas las organizaciones satélites que le apoyan en su cruzada contra las VTC. Élite Taxi ha convocado un paro total mañana y sostiene que lo mantendrá hasta que Joan Laporta reconsidere su alianza con Uber. El sindicato no está solo en su veto a la empresa de transporte. El Govern tramita una ley que restringirá su actividad en Barcelona y que, desde la perspectiva del usuario, cuesta mucho de entender. Sobre todo, cuando, además, Uber ofrece en su aplicación la posibilidad de pedir un taxi.
Castigar la discrepancia mediante la condena social del contrario empobrece a quien así actúa. Esa energía estaría mucho mejor empleada en la búsqueda del diálogo y la convivencia.
Suscríbete para seguir leyendo
- Así están las encuestas de las elecciones en la Comunidad Valenciana
- La Comisión incluye a España entre los países sometidos a una 'desproporcionada' presión migratoria y optará a ayudas
- La entidad CaixaBank pone a la venta una vivienda adosada con 2 dormitorios y patio por solo 29.000 euros
- El paseo de Gràcia estrena la Navidad con un árbol gigante inspirado en Gaudí
- En Sant Esteve Sesrovires, pueblo de Rosalía, hay olivos y mucho aceite
- Los Premios Princesa de Asturias, cada vez más distanciados de la sociedad
- El bonito pueblo costero a tan solo 20 minutos de Cornellà
- El fabricante de salchichas alemanas Schara cierra su planta en Barcelona y despide a 56 personas
