Opinión | Legislatura catalana
Resucitar el referéndum
La consulta, que justamente fue el motor del 'procés', ni reabriría ni reactivaría el ciclo soberanista sino que, por el contrario, podría certificar definitivamente su agotamiento

Albert Batet, presidente de Junts en el Parlament, durante el debate de política general. / Manu Mitru / EPC
En el reciente Debate de Política General en el Parlament de Catalunya, Junts per Catalunya trató de devolver, aunque de forma simbólica, el referéndum de autodeterminación al centro del debate político catalán. Lo hizo mediante la moción "Por el reconocimiento del conflicto político", que en su primer punto reproducía parte del acuerdo de Bruselas con el PSOE y que, en el segundo, instaba a que la mesa de diálogo en Suiza abordara la posibilidad de celebrar una consulta sobre el futuro político de Cataluña.
La moción no prosperó. Los socialistas rechazaron cualquier referencia al referéndum, conscientes de su imposible encaje constitucional y de las profundas dificultades políticas que supondría siquiera abrir ese debate. Para el PSOE, asumir su discusión, aunque fuera en términos teóricos, tendría a un elevado coste político con riesgo de una posible fractura interna, de su electorado y de la estabilidad institucional. Y cualquier intento de canalizar una consulta de autodeterminación chocaría con los límites del artículo 2 de la Constitución —que consagra la unidad indisoluble del Estado— y con la jurisprudencia consolidada del Tribunal Constitucional.
Por ello, más que un intento de reactivar el proceso soberanista, la iniciativa de Junts debe entenderse como una estrategia de reposicionamiento político. En un escenario en que las encuestas reflejan un retroceso de la formación y el avance de Aliança Catalana, el partido de Carles Puigdemont busca reafirmar su perfil independentista y marcar distancia respecto a ERC. Un contexto, por tanto, en el que recuperar el referéndum adquiere una función eminentemente simbólica ya que sirve para reactivar los elementos identitarios del 'procés' y mantener viva la narrativa soberanista, que es lo que justifica la existencia política de Junts.
Lo paradójico es que el referéndum, pese a su inviabilidad jurídica y política, es de facto la última baza de Junts y la única concesión simbólica que el PSOE podría ofrecer a este partido para mantenerse en el poder. Aunque si para los primeros, invocarlo permite preservar coherencia y liderazgo dentro del independentismo para los segundos tendría un enorme coste político y un riesgo evidente de desestabilización.
Pero ello no impide que su mera evocación conserva un notable valor estratégico: recuerda el precio del apoyo de Junts en Madrid, aunque todos sepan que su realización no solo es inviable, sino incluso, ahora, contraproducente para el propio independentismo. No en vano con este movimiento en retroceso y con una sociedad catalana cada vez más centrada en las cuestiones materiales que en las identitarias, de celebrarse hoy una consulta de este tipo lo más probable es que el sí la independencia saliera derrotado. En tal caso, el referéndum, que justamente fue el motor del procés, ni reabriría ni reactivaría el ciclo soberanista sino que, por el contrario, podría certificar definitivamente su agotamiento.
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