Opinión | Formas de censura
Miedo a no tener razón
Para censurar algo basta con silenciarlo o traspapelarlo, de manera que a lo mejor ni el cancelado se da cuenta

Karla Sofía Gascón posa en la alfombra roja de la II edición de los Premios Academia de la Moda Española que tiene lugar en la Biblioteca Nacional de España, a 17 de julio de 2025, en Madrid (España). 17 JULIO 2025 Francisco Guerra / Europa Press 17/07/2025. KARLA SOFÍA GASCÓN;Francisco Guerra;category_code_sho / Francisco Guerra / Europa Press
Yo no creo, no he creído nunca -y menos ahora, con la perspectiva que me da lo que leo hoy en estas páginas- que la cancelación sea una cuestión de más o menos intolerancia, intransigencia o mala leche. Qué va. Estoy convencida de que es un tema de cobardía. De no tener lo que hay que tener… para tener razón.
Ay, qué tiempos cuando la censura era activa, vibrante e incluso sexy. Cuando uno tenía que arriesgarse y esforzarse para leer ciertos libros. O viajar a Perpignan para ver 'El último tango'. Mis padres fueron cuando yo era pequeña. Al ver la película yo misma de mayor, me imaginé cuán de pasta de boniato se debieron quedar, los pobres. Preguntándose: ¿seguro que la libertad era esto? Pero cualquiera reconocía entonces que no había pillado la indirecta. Todo lo que estaba prohibido con Franco tenía por definición que estar bien.
Ahora tanto la información como la provocación nos salen por las orejas. El problema no es acceder, es cribar. Censurar algo es facilísimo porque basta con silenciarlo. Con traspapelarlo. Que es la forma de cancelación más sibilina y más eficaz. Cuando a lo mejor ni el cancelado se da cuenta.
Por eso me llama tanto la atención que todavía haya quien se moleste en cancelar estruendosamente, a grito pelado. Como se hizo o se intentó hacer en su día con Woody Allen, con J.K. Rowling, con Karla Sofía Gascón (por elegir un surtido variado). ¿Se me enfadarán si incluyo en la lista a los chicos de S’Ha Acabat o a Vito Quiles?
Yo creo que habrá canceladores estratégicos, que busquen hacerse publicidad, ellos o su causa, arremetiendo contra una 'celebrity'. Pero mayormente creo que el cancelador puro, instintivo, es lo que decía al principio: un cobarde. Tiene miedo. De quedarse en blanco, de no tener argumentos, de dudar. No conozco a nadie inteligente y con fe en lo que dice que le tema a la controversia. También es verdad que no conozco a tantas personas inteligentes y con fe en lo que dicen como me gustaría.
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