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Opinión | Bullying

Solo quedó el macuto

El bullying devora a los diferentes y alimenta el placer tóxico de los dominadores

Bullying cuando iban a la escuela

Bullying cuando iban a la escuela

Salió de la escuela y se dirigió hacia su casa. Apenas unos pasos. El colegio y su hogar compartían la misma plaza, junto a la estación Santa Justa de Sevilla. Pero, esta vez, la niña no se detuvo en la puerta de su domicilio, siguió ascendiendo hasta la azotea. Dicen que "soltó el macuto y se tiró". Lo que nadie sabe es si, justo cuando sus pies se despegaron del suelo, dirigió una última mirada hacia esas aulas que la habían vencido. Cayó y murió. El macuto quedó a salvo.

La niña falleció el martes pasado. Hace ocho meses, en Tenerife, se suicidó Lucía, tenía doce años. Laura se quitó la vida a los catorce, en Barcelona. Daniela tenía dieciséis, vivía en Asturias… El bullying no es nuevo, pero la cifra de casos no deja de crecer alimentada, también, por la tecnología. A las humillaciones y agresiones físicas, se suman la suplantación de identidad virtual, la creación de vídeos falsos o de imágenes manipuladas.

Un estudio elaborado en 2023 por la Universidad Complutense de Madrid registra 220.000 víctimas de bullying en todo el país, el 6,2% del alumnado de 9 a 15 años. Por cada dos clases de colegio, se calcula que hay cuatro víctimas, un acosador y, al menos, diez testigos de la situación. Una de cada diez chicas ha tratado de suicidarse. Otro informe de la Fundación ANAR señala que, el año pasado, el alumnado que afirmaba sufrir o conocer alguna víctima de acoso representaba un 9,4% del total. Este año, el porcentaje se ha elevado al 12,3%. ¿Los (no)motivos del acoso? Los de siempre.

Ese grito de "gorda", "marica", "subnormal" o "moro de mierda" que quiebra la autoestima. En realidad, nada que no escuchemos amplificado en las redes o en las calles. El bullying devora a los diferentes y alimenta el placer tóxico de los dominadores. La vigilancia de padres y escuelas, así como la aplicación de los protocolos antiacoso en los centros resultan vitales, pero la situación nos interpela a todos. ¿Hasta qué punto el contexto ideológico influye en el preocupante aumento de casos?

Mientras el descontento ciudadano se generaliza, la exhibición bravucona de algunos líderes empresariales y políticos se intensifica. Su narcisismo se confunde con carisma y genera legiones de admiradores. Se han normalizado insultos hiperbólicos y amenazas chulescas, también patéticas escenificaciones de sumisión. La ostentación pública de la crueldad y el desprecio a la ética permea la sociedad.

En EEUU, la policía y el ejército redoblan la violencia en las redadas de migrantes. Las alabanzas a Hitler circulan por los chats privados de los jóvenes líderes republicanos. Y, qué casualidad, se extiende en internet la campaña 'Bring Back Bullying' ('Recuperemos el acoso escolar'). En Amazon se encuentran camisetas y gorras con el lema. La expresión se utiliza en tono jocoso para señalar conductas indeseables, pero también como método para forjar el carácter. "Dejemos que los niños se autocontrolen de nuevo y veamos cómo desaparecen los problemas" dice un entusiasta. ¿Desaparecer? En lo alto de la azotea, solo quedó en un macuto.

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