Macron el magnífico
Aún asombra la capacidad discursiva de los políticos franceses –superior a la media española- pero no tanto como su insolvencia a la hora de pactar mínimos
El Elíseo anuncia el segundo Gobierno de Lecornu con miembros de perfil técnico

El presidente de Francia, Emmanuel Macron. / THOMAS SAMSON / POOL / EFE
Las naciones europeas parecen haberse puesto a competir en inestabilidad. Uno a uno, después de escenificar otra cosa entre las bambalinas de Bruselas, los líderes regresan a casa y se sientan a la mesa con un menú de inestabilidad bastante indigesto, echan un vistazo a las encuestas y casi todos van perdiendo puntos y alimentando los extremos.
La dulce Francia de Charles Trenet –quien en su vejez cantó para Le Pen padre- es la Francia que cae, según diagnosticó Nicolas Baverez. La crisis política actual –en vías de crisis de régimen- es muy ilustrativa porque, aunque en grados distintos, todos tienen su papel desestabilizador, centro, derecha, izquierda y, en la cúspide, un presidente de la Quinta República al que un escritor satírico muy fino bautizó como Macron el Magnífico. “Todos pierden” ha titulado 'Le Fígaro'. Políticamente, cada cual es rehén de sí mismo y todos en sí.
Al régimen de partidos de la III y la IV República De Gaulle contrapuso el presidencialismo de la V: con Macron, al que ya se pide la dimisión, ha reaparecido en escena el parlamentarismo de facciones enfrascadas en su interés propio a corto plazo y condenadas a la inacción. ¿Quién gobierna ahora mismo Francia? Macron se limita a aparecer en cumbres internacionales y poner la mano en el hombro a Zelenski.
Aún asombra la capacidad discursiva de los políticos franceses –superior a la media española, por ejemplo- pero no tanto como su insolvencia a la hora de pactar mínimos. Llevan tiempo dedicado a una retórica con oropeles ideológicos. Casi nadie está en disposición de dar lecciones a los rivales, ni tan siquiera a los aliados.
En Francia, los consensos son un vestigio fantasmal de que lo que fue un sistema político vibrante en sus mejores momentos, aunque generalmente reacio a las grandes reformas, como ocurre ahora con el sistema de pensiones, lastrado arcaicamente por los sindicatos de la función pública. La insostenibilidad fiscal y la imposibilidad presupuestaria aquejan al viejo Estado francés, país rico, sociedad en continuo descuerdo. Han caído gobiernos, los extremos avanzan y Macron ya ha perdido todos los recursos del niño aplicado que da lecciones a sus profesores.
Se suceden los votos de confianza y la ansiedad política día tras día incrementa el abstencionismo. Macron ya ha quemado sus naves y las grietas de la V República están ahí, en directo. Ante tanta urgencia inmediata, la política se ha paralizado. Endeudamiento e invierno demográfico: Sarkozy, entre rejas, dice que no hay otra solución que la disolución.
Por mucho que digan los antisistema, a derecha e izquierda, todo país necesita de élites responsables, de minorías creativas. Lo que ahora más destaca en Francia no son políticos honorables sino politicastros y aprendices de brujo diplomados a medias en Davos.
Reaparecerán en las rotondas de Francia los chalecos amarillos que se guardaron en la taquilla y el Macron político-burbuja que iba a reformarlo todo deambulará pensativo por los salones del Elíseo, presidente de una V República que se concibió para evitar el cerrojazo parlamentario, la inestabilidad. Ahora es casi inevitable que la inestabilidad se desplace al sistema institucional europeo. Año 2025, con Macron el Magnífico en “standby”.
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