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Opinión | Cambio climático
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Navidades en manga corta

Me pregunto si la emergencia climática no nos está convirtiendo en seres insensibles, incapaces de comprender los cambios meteorológicos

Barcelona encenderá las luces de Navidad cinco días antes que el año pasado con un espectáculo “muy entrañable”

Así fue el acto inaugural de las luces de navidad de 2024 de Barcelona

Así fue el acto inaugural de las luces de navidad de 2024 de Barcelona / Foto: Zowy Voeten | Vídeo: EPC

¿Hace frío o calor? Al salir de casa, ¿cojo el paraguas o voy con sandalias? ¿Me pongo el abrigo, la rebequita o la camisa hawaiana? Son preguntas típicas de un otoño inestable, pero me pregunto si la emergencia climática no nos está convirtiendo en seres insensibles, incapaces de comprender los cambios meteorológicos. Me hace pensar en un amigo que, cuando bajaba por el Portal de l'Àngel y veía el termómetro de la óptica Cottet a ocho grados centígrados, se daba cuenta de que tenía frío. Además, al desaguisado climático se añade la acción incongruente, incluso hostil, del ayuntamiento de Barcelona. El miércoles al mediodía subía yo por el Passeig de Gràcia, bajo un sol implacable, y a la altura de los Jardinets me fijé de que ya habían colgado la iluminación navideña. Luces, estrellitas e incluso un rótulo de “Buenas fiestas”. Iba en manga corta, sudaba, y de repente me cogió frío. Comprobé en qué día estábamos: 15 de octubre.

Al parecer, el ayuntamiento no encenderá las luces hasta el 22 de noviembre, a tiempo para incitarnos a la orgía consumista, pero el elemento disruptivo ya está en marcha. Se rompe así la lógica temporal que nos imponen los bazares chinos. Estos días ya exponen toda la parafernalia de Halloween: disfraces de bruja, dientes de Drácula, caritas del Joker, telarañas, cuchillos de juguete y calabazas de plástico. No hay sitio para nada más, la Navidad es solo una promesa de futuro, pero pronto oiremos villancicos en la megafonía de los supermercados —donde ya venden turrones, por cierto, junto a los 'panellets' industriales— y los Papás Noel invadirán las grandes superficies.

Quizás esta sea la consecuencia más imprevisible del cambio climático: verano todo el año, Navidad todo el año, y que por la Mercè ya se inaugure el pesebre de la plaza de Sant Jaume. Me hace pensar en un cura de la plana de Vic, de una iglesia pequeña, que cada año en Navidad hacía el pesebre bajo el altar. Un enero le dio pereza desmontarlo y ya se quedó para siempre. La única figura que quitaba era el niño Jesús de dentro de la cuna, mientras San José y la Virgen María contemplaban el vacío. Mandaba la lógica narrativa.

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