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Opinión | Editorial
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Protegerse de las riadas

Que el Montsià no esté considerado zona de riesgo muestra la necesidad de una revisión

Destrozos provocados por la dana en Godall (Montsià)

Destrozos provocados por la dana en Godall (Montsià) / JOAN REVILLAS

La dana que arrasó Valencia hace un año supuso un toque de atención, también, para otras zonas mediterráneas, como Catalunya, que históricamente han sufrido inundaciones torrenciales y se ven expuestas a ellas cada vez más a causa del calentamiento del Mediterráneo. Eso llevó a urgir a los ayuntamientos que no disponían de planes de acción ante inundaciones a activarlos, planear la creación de un órgano que planificase una estrategia a corto, medio y largo plazo e iniciar la revisión del mapa de zonas inundables. Las inundaciones del Montsià de estos días han resonado de nuevo como recordatorio; de las lecciones que se han aprendido, como la necesidad de alertar a tiempo a la población aun a riesgo de que las previsiones acaben siendo desmentidas en parte, y del trabajo que queda por hacer. Que las zonas afectadas a los pies de las sierras del Montsià y Godall no sean consideradas zona de riesgo en el actual mapa de inundabilidad de Catalunya es una muestra patente de la necesidad de revisar las herramientas disponibles actualmente.

El Govern anunció ayer la creación del Observatorio de Inundabilidad de Catalunya, un organismo formado por 25 expertos con la catedrática de Física y experta en el fenómeno Carmen Llasat al frente. Estos días, alcaldes de las zonas afectadas han puesto el acento en la necesidad de mantener limpios los cauces de los barrancos (aunque los técnicos más bien sugieren que mantenerlos en condiciones lo más naturalizadas posibles es una de las medidas a considerar) pero sobre todo en la necesidad de retirar, vía expropiación, las construcciones levantadas en las zonas inundables. Llasat, en su primera entrevista tras el anuncio de la constitución del observatorio, advierte de que las soluciones (a lo ya construido y frente a los planes de urbanización que, además, se multiplicarán en los próximos años si las iniciativas de promoción de vivienda asequible se hacen realidad) son mucho más complejas y no pasan por un no a todo. Un 15% de la superficie de Catalunya es potencialmente inundable, con distintas intensidades y frecuencias, y los usos que se le pueden dar son también distintos. Sin descartar nada, desde la reubicación a las acciones de mitigación, la nueva responsable del observatorio apunta que la prioridad en el tiempo es concienciar a la población de las medidas de autoprotección en cuanto se informa de una alerta. Y a partir de aquí, empezar a planificar.

Aunque los tiempos de la autoconstrucción anárquica que convirtió las riadas del Vallès del siglo pasado en una tragedia han quedado ya muy lejos, aún hay situaciones que vienen de esos tiempos que obligan a actuar. Y en las últimas décadas se ha urbanizado de espaldas a la realidad del territorio. En la mayor parte de los casos bastará con medidas quirúrgicas, con limitaciones de acceso en caso de alerta de lluvias, por ejemplo, o con limitar algunos usos especialmente sensibles como residencias de ancianos o escuelas. También con desplazar edificaciones en casos de riesgo extremo. Y lo mismo debe suceder, con criterios más estrictos a los utilizados hasta ahora, en proyectos urbanísticos planeados en zonas anegables (en Mollet, en la zona de las Tres Xemeneies del Besòs) pero no necesariamente bajo la amenaza de inundaciones torrenciales que supongan un peligro vital. Qué usos serán posibles en ellas, y dónde, deberán fijarlo herramientas objetivas, como el nuevo mapa de zonas de riesgo que no puede tardar mucho más en ver la luz.