Opinión | Bloglobal
Deformación ultra de las migraciones

Traslado a Lanzarote de migrantes llegados en tres pateras. / Adriel Perdomo / EFE
El diario The New York Times informó el jueves de un proyecto de la Administración de Donald Trump para “una reforma radical del sistema de refugiados estadounidense que reduciría drásticamente el programa, dando preferencia a los angloparlantes, sudafricanos blancos y europeos que se oponen a la migración”. Según esta información, los departamentos de Estado y Seguridad Nacional han presentado al presidente una propuesta extremadamente restrictiva que “transformaría un programa con décadas de antigüedad, destinado a ayudar a las personas más desesperadas del mundo, en uno que se ajuste a la visión de Trump sobre la inmigración: ayudar mayoritariamente a las personas blancas que afirman ser perseguidas, mientras que se excluye a la gran mayoría del resto”. Entre los presuntos perseguidos se cuentan los integrantes de Alternativa por Alemania (AfD), un grupo neonazi que trivializa el Holocausto, pero que cuenta con la comprensión -es un decir- del vicepresidente J. D. Vance, que reprocha a las autoridades alemanes el control sobre las actividades del partido.
Aparece en escena Alberto Núñez Feijóo en Barcelona y proclama que “la nacionalidad española no se regala, se merece”, agobiado por las expectativas electorales que las encuestas dan a Vox y a Aliança Catalana, decidido a no quedarse a la zaga en las restricciones a los flujos migratorios como si estos fueran resultado de un capricho, de un desmedido afán de aventura de quienes se juegan la vida cruzando el mar. Quiere limitar el arraigo como factor importante para obtener la nacionalidad y la aplicación del derecho de asilo mediante un mayor control de fronteras; surge así en el programa del PP para gestionar los flujos la muy cacareada necesidad de integración (dominio del idioma, adopción de las costumbres locales y otros requisitos), sin que, por lo demás, se sepa a ciencia cierta en qué consiste de verdad la integración más allá del discurso populista ad hoc.
“Lo que mejor le funcionó [a Hitler] fue la dicotomía ‘ellos y nosotros’” ha explicado en EL PERIÓDICO Lawrence Rees, y algo emponzoña el aire en esa dirección. Parece que jugarse la vida al cruzar el mar en una embarcación de fortuna obedezca a un impulso injustificado, sin que tras él haya causas que activan las riadas de desheredados desde el Sur Global en dirección norte. Se propicia así una deformación inmoral del fenómeno migratorio que, es innecesario recordarlo, forma parte desde siempre de la historia de la humanidad. Lleva a negar la necesidad estadística de migrantes para sostener el modelo matemático del Estado de bienestar a quienes hoy exigen la construcción urgente, sin brechas, de la Europa fortaleza, de los Estados Unidos fortificados, preocupados, sin embargo, por tasas de natalidad insuficientes.
Solo un toque populista muy particular admite excepciones. En la tribuna del PP, la preferencia por los migrantes latinoamericanos; en la de Trump y secuaces, la preferencia por los blancos angloparlantes. Da la impresión de que más allá de tal sectarismo cultural, envuelto en populismo, no cabe más excepción que otra no menos populista: la aplicada a las estrellas del deporte, a las del mundo del showbusiness, que movilizan multitudes. Afortunadamente, disfruta el universo del espectáculo de una bula, pasados los tiempos en los que Louis Armstrong debía entrar por la puerta de atrás de muchos establecimientos solo para blancos en los que actuaba; rara vez los biznietos de Jesse Owens son recibidos hoy con cajas destempladas. En nuestros días funcionan aliviadores del racismo, se persigue a los energúmenos que en un estadio insultan a deportistas no blancos, pero pervive un racismo larvado o explícito cuando se sale del área de confort de los héroes modernos.
Cuando Donald Trump manifiesta su escasa simpatía por el alcalde de Londres no sabemos si su animadversión se debe a la ascendencia paquistaní de Sadiq Khan, al color de su piel o a su pertenencia al Partido Laborista. Seguramente, las tres coas suman, aunque el edil figura en el cargo merced a un proceso democrático sin tacha y habla inglés con la fluidez, entonación y riqueza léxica que le faltan al presidente. Cuando Santiago Abascal saca a colación la migración lo hace desde la seguridad de que un país que generó una corriente migratoria de 1,7 millones de personas durante la dictadura ha olvidado el dato o ha armado la teoría de que “no es lo mismo, no es lo mismo”. Sin que se sepa si la diferencia radica en que cada semana se hacia la quiniela en muchos bares de Europa que llegaba a España en autobús, en que eran blancos educados en el catolicismo o en que, simplemente, eran españoles pobres que perseguían mejorar sus condiciones de vida y, además, exportaban remesas de divisas (aquí escaseaban sistemáticamente).
El sociólogo Alain Touraine compartió con muchos otros los análisis que vinculan la globalización con los conflictos sociales, con una afectación directa a escala local -un estado, una región, un sector económico-, sin que quepa establecer un modelo único de afectación, salvo que todos ellos vienen condicionados por conflictos de repercusión global: así las guerras, las economías de mera subsistencia y otras circunstancias de todo orden. Zigmunt Bauman hizo suya la intuición del antropólogo Michel Agier: “La política migratoria va dirigida a consolidar una división entre dos grandes categorías mundiales cada vez más cosificadas: por un lado, un mundo limpio, sano y visible; por el otro, un mundo de restos residuales, oscuros, enfermos e invisibles”. Y llegó a la conclusión de que el resultado de todo ello es un espacio “rodeado de muros, alambradas y vallas electrificadas, o que funciona como una prisión de facto porque está aislado por inmensas extensiones vacías de tierra o mar a su alrededor”
La descripción resulta tan penosa como cercana a la realidad. El disparate de las políticas migratorias de orden represivo, intimidatorio o sembradas de restricciones carecen de la orientación moral exigible a cualquier programa que de forma inmediata e insoslayable afecte a seres humanos con un grado extremo de vulnerabilidad. No pueden ser las doctrinas de la extrema derecha, encaminadas a distorsionar la realidad y a vincular delincuencia con inmigración, las que fijen la pauta de los comportamientos y las decisiones que adopten los estados democráticos. Al mismo tiempo, el enfoque ultra de la cuestión es una buena pista para sopesar hasta dónde llegan los riesgos para la cultura democrática si se adhiere a la prédica ultra, siquiera sea en parte.
- El aviso del arquitecto Jordi Martí: “Si no se interviene ahora, los edificios con más de 50 años serán un lastre para las familias”
- España blinda una llegada masiva de gas con contratos para una avalancha de más de 2.100 barcos hasta 2040
- Silvia Abril, Mario Vaquerizo o Arturo Valls: los famosos que han dicho sí al nuevo programa de aventuras de Atresmedia
- Rosalía luce su formación clásica en 'Lux': ''En su manera de cantar se notan unos conocimientos musicales profundos, como en los Beatles
- “Están hechas para guiris, no para vecinos”: continúa el calvario de las escaleras de la Baixada de la Glòria de Barcelona
- Vídeo | La retirada del camión accidentado el sábado en la AP-7 provoca retenciones de más de 10 kilómetros en Tarragona
- La alfombra roja de Los40 Music Awards Santander 2025 en Valencia | Los mejores 'looks, de Rosalía a Aitana, Emilia y Chiara Ferragni
- Juicio al fiscal general: historia de un mail que todos dicen tener y que solo consta ante notario que reenvió Moncloa
