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Opinión | El desliz
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El resultado de la mamografía

El Gobierno andaluz ha minado gravemente la confianza en el cribado de cáncer de mama

Andalucía aprueba su plan de choque para los cribados del cáncer de útero y colon: 586 contratos y 89 millones

La crisis de las mamografías en Andalucía abre otro capítulo tras dimitir la consejera: la Junta auditará miles de pruebas diagnósticas

El presidente de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, en un hospital de Torremolinos (Málaga).

El presidente de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, en un hospital de Torremolinos (Málaga). / Carlos Díaz

Si lo has pasado no lo olvidas. Los niños acaban de aprender a caminar y te haces la mamografía cuando te lo indica tu médica. Al día siguiente, la llamada temida. Ha de volver a realizarse la prueba. Pero, ¿por qué? ¿Han visto algo? ¿Ha salido mal? No te puede contestar, ella solo se encarga de darte una nueva cita que incluirá una ecografía del pecho. Dentro de un mes. ¿Y no puede ser antes? No. El tiempo de espera en tu comunidad es ese. Un mes en vilo. Qué mes eterno. Prefieres no decirlo a la familia, para qué cargarles con la preocupación. Puede que no sea nada, que la imagen no quedara clara. Pero... y si es que sí, cómo te organizarás con el tratamiento, y el trabajo y los críos. Has visto a tus amigas en esa situación, peleando como jefas. Una ha muerto. Y si no sales de esta. Y si no les ves crecer. Qué mes más largo, palpándote todo el tiempo. Sin poder deshacerte del runrún. Simulando una vida normal, la tuya. Despertándote cada mañana con la misma idea fija en la cabeza, la última que te atormenta también antes de dormirte. No pegas ojo el día de antes, llegas con los nervios de punta y un hilo de voz. Vas de una máquina a la otra, y al cabo de un rato que no termina nunca un doctor sonriente dice "te puedes ir tranquila, está todo bien". Una llorera incontenible, de alivio. La enfermera que te consuela casi se disculpa: los cribados salvan muchas vidas, pero las pruebas que no salen nítidas hacen sufrir a las pacientes un compás de espera agónico. Bien está lo que bien acaba. Puedes pagar ese peaje porque se descubran los tumores a tiempo a otras mujeres.

Lo inimaginable es lo ocurrido en Andalucía, cuya sanidad pública no ha notificado resultados potencialmente peligrosos a las afectadas en un fallo de gestión sostenido en el tiempo. La asociación que ha destapado el descomunal error en las campañas de detección precoz del cáncer de mama ya computa más de doscientas mujeres a las que no se alertó, que no se enteraron del diagnóstico inicial hasta dos años después, cuando ya habían desarrollado la enfermedad. Algunas no se han curado, otras corrieron a la medicina privada para confirmar su dolencia e iniciar el tratamiento. Con el reloj en su contra. Ha sido muy decepcionante el comportamiento de la consejera de Sanidad, una médica y una mujer, minimizando la gravedad del asunto cuando lo destapó la Cadena Ser. Ha dimitido para contener lo que ya es una crisis que enturbia el horizonte electoral del presidente del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla. Está pasando un mal rato el barón de Nuñez Feijóo, otro mirlo blanco desplumado, como lo pasé yo cuando no sabía si tenía algo malo en el pecho. Pero nos encontramos ambos a años luz de las mujeres que pudiendo empezar un protocolo contra el cáncer no lo hicieron, por la dejación de quien era responsable de informarlas y pasó de todo.

Con sus excusas de hospitales saturados y plantillas cortas, con su falta de diligencia y ese desdén con el que se suele tratar siempre lo que atañe específicamente a la salud de las mujeres, el Gobierno andaluz ha minado gravemente la confianza en el cribado de cáncer de mama. Un procedimiento de salud pública que funciona porque incluyó a población femenina que no se exploraba ni se sometía a exámenes periódicos por falta de medios o de información. Lo han hecho fatal y lo tienen que remediar. Los responsables del desaguisado constituyen un riesgo cierto para la salud de las mujeres: han de ser localizados y extirpados.

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