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Opinión | GATO ADOPTIVO

El reto también es hablar de inmigración

Varios hombres caminan por las calles de Jumilla, en Murcia.

Varios hombres caminan por las calles de Jumilla, en Murcia. / Marcial Guillén / EFE

El barómetro del CIS de este mes de octubre sitúa la inmigración como el segundo problema de los españoles, por detrás de la vivienda y por delante de la calidad del empleo. Dos de cada diez ciudadanos consultados la citan como su principal preocupación, aunque estos datos están lejos de los registrados en septiembre del año pasado, cuando la inmigración se encaramó al primer lugar de la lista, impulsada por una oleada de llegadas en patera a Canarias, que también alcanzó las Baleares. Si Vox nació y creció al calor del ‘procés’, su actual expansión está muy vinculada al fenómeno de la inmigración, al igual que sucede con Aliança Catalana en Cataluña, Agrupación Nacional en Francia o AfD en Alemania. La campaña que la ultraderecha está haciendo sobre la supuesta “invasión migratoria” en Europa está obteniendo réditos, y por eso sería irresponsable que los gobiernos y el resto de los partidos del arco parlamentario ignoraran el asunto.

Discutir abiertamente sobre la inmigración permite reconocer tanto los desafíos reales como los beneficios que esta implica, mientras que eludirlo solo genera desconfianza entre los ciudadanos y alimenta la idea de que las élites no comprenden las preocupaciones de la mayoría. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, presentará hoy en Barcelona su Plan de Inmigración, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha defendido que sea “legal, segura y ordenada”. También el PSOE ha empezado a recomendar a sus alcaldes que no eviten hablar de seguridad, precisamente para contrarrestar los discursos extremistas que vinculan ambos fenómenos.

Solo si los partidos centrales lideran la conversación con propuestas constructivas podrá evitarse que la extrema derecha convierta el debate migratorio en un instrumento de división, minando la convivencia y la estabilidad social. La inmigración provoca una fuerte presión sobre los servicios sociales y cambia el paisaje de los barrios; negarlo es querer desmentir la realidad y da munición a quienes buscan beneficio electoral en el “ellos contra nosotros”.

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