Nada que celebrar
Es imposible no emocionarse ante el alivio palestino por el alto al fuego, pero las respectivas condiciones de liberación de los rehenes israelís y los presos palesteinos resultan reveladoras

La liberación de los primeros rehenes de Hamás en Gaza, en imágenes. / Leo Correa / AP
Trauma y herida, eso es lo que impregna Israel y Palestina. En el caso de Gaza, una desolación tan absoluta que cualquier cementerio parece un lugar más habitable. Si la tierra hablara, tardaría días en nombrar las decenas de miles de muertos de estos dos últimos años. Bombardeos indiscriminados, hambruna provocada, tiroteos tan lúdicos como crueles… Todas las llamadas leyes de la guerra han sido transgredidas por Israel ante la indiferencia de buena parte de su ciudadanía. Los israelís beben de un trauma antiguo renovado constantemente. Su país es poderoso, pero la iniquidad de la agresión y la ocupación también impacta en ellos, un bumerán cargado de miedo e inseguridad. Palestina es una herida abierta. Una llaga tan profunda y extensa que cuesta imaginar si algún día podrá sanar. ¿Se devorará a sí misma víctima del tormento? ¿Se impondrá el deseo de venganza? Ambos pueblos, modelados por un duelo tan antiguo y tan presente. Hoy, las cifras de la muerte no son comparables entre uno y otro, pero las lágrimas por un hijo muerto poco saben de números. Imposible no emocionarse ante el alivio palestino por el alto al fuego. Imposible no conmoverse ante el retorno de los seres queridos. Aun así…
Las condiciones de liberación de los rehenes israelís y de los presos palestinos resultan reveladoras. Esa alegría inmensa y ondear de banderas como recibimiento a los judíos contrasta con la ya tradicional prohibición de festejos en las familias palestinas. Israel prohíbe celebrar el retorno de un preso bajo amenaza de encarcelar a toda la familia. La acusación: exaltación del terrorismo. Así de fácil es convertirse en preso en Palestina. Así de fácil es pudrirse durante años en las cárceles israelís, esperando un juicio que no llega y sufriendo malos tratos. Incluso siendo un niño. ¿El veto a la fiesta es un detalle menor? Sin duda, la alegría también puede expresarse en silencio. Pero hay algo demoledor en la exigencia. La constatación de que tú, palestino, no tienes nada que celebrar.
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