Junqueras versus Junqueras
Difícilmente los electores desencantados de izquierdas, sí como los movimientos sociales, se movilizarán si quienes mandan no se afanan en conseguir la unidad y abandonan los intereses particulares
¿Por qué Junqueras lanza ahora su candidatura a las elecciones si todavía está pendiente de la amnistía?

El president d’ERC, Oriol Junqueras. | MANU MITRU
Oriol Junqueras, con permiso del Tribunal Supremo, será el candidato republicano en 2028. A pesar de que continúa habiendo militantes (y opinadores del entorno del Esquerra de las vacas gordas de hace unos años) que no lo querrían encabezando la candidatura, quien le haga frente en un proceso de primarias difícilmente lo logrará. Porque más allá de sus capacidades intelectuales y de la dignidad con que ha afrontado la represión, existe una aceptación mayoritaria de que se ha ganado el derecho a aspirar a la presidencia de Catalunya. Una opinión que no solo está arraigada en la ciudadanía independentista sino que está presente también en las personas que, desde el catalanismo, divergen. ¡Y porque es una figura popular! De hecho, actualmente, según datos demoscópicos, solo Gabriel Rufián es más conocido que él, por parte de la ciudadanía.
Quien lo quiere retirado sostiene que toda recuperación del independentismo pasa por la retirada de los líderes de 2017, porque su experiencia les lastra. Es un debate estéril, sobre todo si proviene de personas que no militan en el partido, porque ignoran el valor de la decisión colectiva de hacerlo presidente de ERC y, en consecuencia, de otorgarle la legitimidad suficiente para dar el paso como candidato.
Justo es decir, aun así, que pocos dirigentes como él tienen tan integrada la imprescindibilidad de avanzar al mismo paso social y nacionalmente y la asunción que las condiciones objetivas para la independencia actuales son menos favorables que las de 2017. Efectivamente, superado convenientemente el concepto de la unilateralidad (¡suficiente precio ha tenido que pagar ERC!) corresponde colocar el independentismo en modo nuevos tiempos. Es decir, en la fase de la acumulación de fuerzas y de la progresividad en las conquistas sociales y nacionales y en el convencimiento que aquello prioritario radica en fortalecer las bases sobre las cuales se ha construido históricamente el independentismo: catalanidad y catalanismo.
Adiós debate de quién liderará la candidatura, pues, y bienvenido el debate del qué y del para qué. Por eso, en la autopresentación como aspirante celebrada el pasado día 30 en el Auditori de Barcelona, su brillante diagnosis del país despertó tantos elogios como incógnitas, al dejar lleno el cajón de las inconcreciones.
De hecho, en nada le ayuda a la hora de acallar las voces de quienes lo quieren retirado y en nada anima quienes creen con él que el resultado de escanear el país no le hiciera pronunciar de manera categórica y clara cómo pretende llevar el republicanismo a la victoria. Porque, a lo sumo, repitió en varias ocasiones el concepto “entesa nacional”, lo cual denota su interés a transmitirlo como troncal. Una idea que, si bien apela al interés de dar respuesta reactiva a un plausible Gobierno español PP-Vox, también representa una nueva invitación a la sociovergencia. Servida a dos años vista por las encuestas que ya anuncian que, si las izquierdas no despiertan, tan solo será posible un gobierno PSC-Junts, con o sin la coletilla ornamental de ERC. He aquí el sueño húmedo de Foment del Treball y del 'establishment' catalán.
Planeó, al acabar la sesión, el enfrentamiento entre el Junqueras de las inconcreciones, de las cuales él mismo ha hecho parodia al repetir manta veces que “todo es verdad y todo es posible a la vez”, con el Junqueras que tendría que nacer de su condición de 'candidato' para el futuro. De hecho, quienes le creen no desean de él el triste papel de adalid de una opción que reniegue de un discurso disruptivo, que salga a 'empatar'. Todo lo contrario, para ellos su renacimiento adquirirá categoría si se ve con furzas de dejarse la piel en hacer realidad un proceso de unidad de las izquierdas, la culminación del cual tendría que suponer la creación de un Front d'Esquerres Sobiranistes que aspirara a la victoria.
Un trabajo que no se hace en cuatro días, que requiere ponerse a fondo, predicar con el ejemplo para poder apelar a la generosidad de las direcciones de los partidos a avenirse a abandonar las zonas de confort e iniciar procesos de discusión internos y entre las distintas fuerzas políticas.
Difícilmente los electores desencantados de ERC, Comuns, comunistas, CUP y los nuevos electores, así como los movimientos sociales, se movilizarán si quienes mandan no se afanan en conseguir la unidad y abandonan los intereses particulares (a menudo, también personales).
Esta es la gran oportunidad de las izquierdas catalanas. Y la de Junqueras. Tiene fuerza y capacidad para intentarlo (¡y un partido detrás!), siempre y cuando asuma el riesgo de liderar su propia reinvención.
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