Yolanda Díaz, la madre protectora

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, la semana pasada. / Rober Solsona
Yolanda Díaz, custodia de la España que se reconoce en el reloj de fichar y en el turno de producción, volvió a tener anteayer su minuto de gloria en el telediario al anunciar la ampliación del permiso por fallecimiento de un familiar. La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo concibe esta medida como un avance en los derechos laborales, al pasar de los entre 2 y 4 días actuales de ausencia retribuida a un total de 10. Además, plantea crear otro permiso en caso de que un familiar sea ingresado en cuidados paliativos. Todo ello le permite acentuar su perfil social y, a la vez, mantener una visibilidad política que corría el riesgo de difuminarse en la era de la precampaña electoral. Sobre todo, ahora que Podemos, su antiguo aliado, le disputa el liderazgo por la izquierda y recupera la querencia de Pedro Sánchez.
El problema es que Díaz anuncia esta medida, que deberá pasar por el Consejo de Ministros y por el Parlamento para su materialización, sin el diálogo social que toda reforma laboral requiere para ser efectiva. Ningunear tanto a las organizaciones empresariales como a los representantes de los trabajadores, que anteayer comunicaron que desconocían la intención de Díaz, es indefendible. Las compañías, responsables de la creación de empleo y del crecimiento económico, deben ser escuchadas, como bien señaló este jueves el ministro de Economía, el socialista Carlos Cuerpo. También los empleados tienen que decir la suya, sin caer en la trampa fácil de Díaz. Esta, en su papel de madre protectora, les trata con un paternalismo innecesario. La sociedad española es mucho más rica y compleja de lo que cree la dirigente de Sumar, que iguala a todos.
Ella, además, patina cuando sostiene que el problema de productividad que existe en España es consecuencia de que «la gente tiene que ir a trabajar en condiciones que no le son favorables», como cuando se reincorpora a su empleo dos días después de perder a un familiar. Sin querer minimizar el dolor que cada persona siente y que debe respetarse, vincular la duración del permiso por fallecimiento con la menor productividad del país es una torpeza insultante tanto para los trabajadores afectados como para sus allegados añorados.
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