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Opinión | Desperfectos
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De qué va la Generación Z

Avanza lo que se ha llamado nacionalpopulismo, un anticasta de derechas, un mayor recelo frente al ecologismo y las causas identitarias, como también ocurre en Norteamérica

La generación Z marroquí levanta la voz ante la falta de inversiones sociales y la precariedad laboral

One Piece la bandera que  se convierte en un símbolo de lucha en las revueltas de la Generación Z

One Piece la bandera que se convierte en un símbolo de lucha en las revueltas de la Generación Z / Agencias

A cada protesta contra la injusticia y la inhumanidad los titulares mediáticos dan el protagonismo a la generación Z, sea en el Magreb, en Europa o en el sudeste asiático. Hay cierta propensión fácil a dar por sentado que la generación Z es altruista, solidaria y que se identifica con todas las causas del progresismo hoy puesto en cuestión.

En las universidades, los departamentos de sociología definen las generaciones con gran aparato conceptual, como quien corta lonchas de mortadela. Los nacidos entre 1980-1990 son los “millenials” o “boomers” –hijos de los “baby boomers”-. Es decir, la generación Yo. A continuación, nacidos entre 1990 y 2000 viene la generación Z, ya “zoomers” o “centennials”. Entre 2010-2020 vino al mundo la generación Alfa, de hijos de los “millenials", pleno siglo XXI. Ahora mismo está saliendo de los pabellones de maternidad -2020-2030-, la generación Beta, que va a crecer en el mundo de la inteligencia artificial.

La generación Z es el 25% de la población mundial, unos 1.300 millones de nativos digitales. ¿Es razonable identificar esas nuevas masas con toda causa progre? De los ocho millones Z en España, ¿qué proporción está contra el genocidio de Gaza, contra Putin o a favor de la España plurinacional? En realidad, también hay indicios para suponer que los Z se están derechizando. Pudiera ser que las generalizaciones de la sociología confundan de nuevo el bosque con los árboles. En el maremágnum actual, tanto da decir que la activista radical Greta Thunberg –nacida en 2003- lidera los Z o que la ha sustituido abruptamente el derechista francés Jordan Bardella, nacido en 1995. Puestos a simplificar, todo vale. Las generaciones no se mueven en bloque ni al unísono, una por impulsos generosas, la otra por agravios intergeneracionales. El efecto es de dislocación: en el caso de Francia, se habla de crisis de régimen.

Unos Z se habrán emocionado con la flotilla que navegaba hacia Gaza y otros se están identificando más con Israel. Los habrá que quieran papeles para todos y, otros, controles migratorios más rigurosos. ¿En qué porcentajes? Como siempre, la acción de unos provoca la reacción de otros.

Como se vio en las elecciones al Parlamento Europeo, avanza lo que se ha llamado nacionalpopulismo, un anticasta de derechas, un mayor recelo frente al ecologismo y las causas identitarias, como también ocurre en Norteamérica o Australia. Quienes hace cinco años votaban partidos verdes ahora son 'antiwoke'. Entre otras cosas, eso representa inestabilidad política. Pero quizás esté despuntando un pospopulismo.

Las elecciones europeas no descompusieron la actual coalición parlamentaria pero el bullicio en la derecha extrema es aparatoso. Electoralmente, Europa se había desplazado hacia la derecha y los consensos elementales –a veces postergados por consensos más de conveniencia que de sustancia- se resquebrajaban.

Eso coincide con el paso de la cultura escrita a la cultura oral: Instagram sustituye a los editorialistas y el discurso político se adultera en TikTok. En los Estados Unidos, la generación Z pasa casi cinco horas diarias colgada de las plataformas digitales. Pronto no habrá avenidas con el nombre de Gutenberg.

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