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Opinión | 610,8 km
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C-55: La carretera del infierno

No se puede solucionar el problema de la vivienda si no se arregla el de la movilidad, que permitirá mayor flexibilidad laboral

"La C-55 nació pequeña y actualmente está ahogada por el tráfico que absorbe"

CASTELLBELL I EL VILAR . OBRES CARRETERA C55 . C-55 . C 55 . NOVA SECCIÓ TRANSVERSAL

CASTELLBELL I EL VILAR . OBRES CARRETERA C55 . C-55 . C 55 . NOVA SECCIÓ TRANSVERSAL / Oscar Bayona / RG7

Invito a cualquier ciudadano con ganas de asumir una aventura de alto riesgo que busque el tiempo libre para conducir hasta Manresa por la C-55 y luego volver al punto de partida (si puede ser, un domingo a última hora de la tarde). Esta ruta empieza en Abrera, orilla con el río Llobregat y, durante un buen rato, con el macizo de Montserrat. Si estuviera aislada en zonas menos pobladas de Catalunya a nadie se le escaparía su encanto bucólico pastoril; pero, como resulta ser uno de los ejes de mayor tráfico que une la Catalunya Central con el área metropolitana, es fruto de pasiones y dolores de cabeza por los municipios que atraviesa.

Desde que mi vida se unió a Manresa he debido recorrer decenas de miles de kilómetros por la C-55 a todas horas. Conozco sus curvas y túneles como mi casa. He tenido sustos, por minutos de antelación he evitado accidentes graves en alguno de los cruces peligrosos que se unen a ella, he observado atentamente a los múltiples y heoricos ciclistas que se juegan la vida en sus curvas y, pacientemente, he resistido tras los camiones o aguantado a los chalados que realizan peligrosos adelantamientos a más de 100 km/h. También hay aquellos conductores que nunca superan los 60 km/h y que generan colas kilométricas. Confieso que en la travesía por Castellgalí me multaron por ir a 60 km/h (había camuflado un coche de los Mossos).

He asistido y seguido los eternos debates sobre la maldición de las comunicaciones con Barcelona. He visto cómo la C-55 vive en un permanente estado de reparación y supuesta mejora. A algún listo se le ocurrió que la solución era crear, cada tantos kilómetros, vías de adelantamiento. Son apaños que no solucionan nada. Todo lo contrario: acaban generando mayor peligro en la conducción.

Han ido apareciendo algunas alternativas. Desde hace un año, la autopista C-16 -era una de las más caras de España por kilómetro- es gratis siempre que se use ida y vuelta en 24 horas en días laborales y tengas el vehículo registrado. Igualmente, la inauguración de la B-40 entre Terrassa y Abrera ha permitido ir construyendo tetris para moverse por el territorio. ¿Usar el tren? Sin incidencias, algo improbable, el más rápido tarda cerca de hora y media, igual que hace un siglo. 65 kilómetros de distancia. Una vergüenza.

Tal como señalaban los alcaldes de Manresa, Marc Aloy, y Sant Fruitós de Bages, Joan Carles Batanés, en las recientes jornadas organizadas por Prensa Ibérica en Món Sant Benet, no se puede solucionar el problema de la vivienda si no se arregla el de la movilidad, que permitirá mayor flexibilidad laboral. Y con mejor movilidad, más inversiones empresariales y desarrollo en todos los ámbitos.

Apuntaban al desequilibrio territorial de Catalunya, enfocado en la corona metropolitana de Barcelona, sin ver más allá. Mejorar, ya no solo la C-55 (y de verdad), sino el conjunto del sistema, tiene un consenso mayoritario, que se expresa desde hace muchos años. Hasta la fecha solo ha habido apaños. «Los barceloneses deberían estar a 45 minutos de Manresa», decía Aloy. Deberes quedan.

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