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Tras el debate del Parlament

Illa gobierna y gobernará en minoría y los pactos con ERC y los Comuns serán siempre difíciles y laboriosos. Esta es la compleja realidad con la que deberemos convivir y progresar

El president de la Generalitat, Salvador Illa, en el pleno del Parlament.

El president de la Generalitat, Salvador Illa, en el pleno del Parlament. / Manu Mitru

Aún no se conocen las resoluciones aprobadas, pero el debate de política general del miércoles en el Parlament permite algunas conclusiones. La primera es que el Gobierno de Salvador Illa reposa sobre los acuerdos de investidura entre el PSC, ERC y los Comuns, que tienen justa la mayoría absoluta de 68 escaños, pero no tiene una mayoría garantizada. El Govern debe negociar todo y por eso, aunque en 2025 no ha tenido presupuestos, si ha dispuesto de varias ampliaciones de crédito que le han permitido gobernar con cierta consistencia. Pero Illa seguirá sin mayoría estable y los presupuestos de 2026 están en el aire. Es así.

Pero Catalunya ha cambiado. La crispación -ya empezó con el president Aragonès- ha bajado y la prueba es que la gobernación ha sido posible por la colaboración del PSC, la ERC independentista y los Comuns. Y la sociedad y la calle han reflejado esta relativa normalización. Han mejorado mucho las expectativas y la sede de muchas empresas ha vuelto a Catalunya.

Illa aborda los problemas por encima de las diferencias políticas. Con aquella máxima de Tarradellas de que Catalunya es suficientemente grande para que quepan todos, pero demasiado pequeña para que sobre nadie. El acceso a la vivienda es hoy el primer problema y la causa principal de la desigualdad y el malestar. Abrió perspectivas, quizás demasiado ambiciosas, pero al hablar de vivienda, seguridad, energías renovables, sanidad, envejecimiento de la población, cambio climático, escuela, integración de inmigrantes… demostró que son cuestiones que ha trabajado a fondo y que quiere afrontar con pocos prejuicios. ¿Podrá? Estamos en el primer capítulo.

El segundo partido es Junts,pero Puigdemont -pese a la ley de amnistía- sigue en Waterloo y Catalunya no puede estar normalizada si el líder del segundo partido no puede entrar en el país. Y esta anormalidad condiciona a Junts. Afirmar, como Albert Batet, que Illa es el gran anestesista de una Catalunya que va mal, exagerando todos los problemas, no es un análisis correcto. Aunque algunas de sus advertencias -vivienda o seguridad- deben ser tenidas en cuenta.

Es difícil que Catalunya recupere una mayor normalidad política mientras Puigdemont, el líder del segundo partido catalán, no pueda entrar en Catalunya. Y eso pese a una ley de amnistía aprobada por el parlamento español

Illa seguirá gobernando, pues, con ERC y los Comuns. No será fácil porque, pese a estar obligada al realismo por los resultados de 2024, ERC solo ha “pausado” su independentismo con la promesa de la financiación singular para Catalunya. Ese es el pacto con el PSC, pero debe ser aprobado por el parlamento español y por eso ERC ha presentado su proyecto de ley. Pero, ¿qué pasaría si el proyecto, pese al voto del PSOE y del PSC, no fuera aprobado? Además, Sánchez tiene una situación parlamentaria muy débil y puede caer. El pacto PSC-ERC funciona, pero es solo coyuntural. Y con los Comuns, aunque ambos vienen del “progresismo”, el enfoque pragmático de Illa no siempre coincide con las exigencias de una izquierda que tiende a las soluciones milagro: “Lo quiero, pues lo puedo”. Y la diferencia sobre el aeropuerto está ahí. ¿Conviene reducir la conectividad internacional frente a Madrid, París, Londres o Fráncfort? Pero la desconfianza respecto a Junts, el miedo al PP-Vox y el rechazo a la extrema derecha son cimientos que cuentan.

Alejandro Fernández, buen polemista, dijo que, para él, el mal menor (¿Illa?) no es la normalidad. Tiene su razón, pero la viabilidad de su programa thatcheriano en la Catalunya de 2025 es casi nula. La política exige socios. Y el PP de Fernández no los tiene. ¿Los quiere?

¿La extrema derecha? Animados por algunos sondeos, Garriga y Orriols, buenos demagogos, creen que el desconcierto ante el aumento de la inmigración les dará dividendos. Pero predicar que la inmigración es una catástrofe y exigir la expulsión selectiva (o no selectiva) es absurdo. Para funcionar, Catalunya necesita inmigración. Pero si el PSC, Junts, ERC y los Comuns no dan pasos efectivos para afrontar algunos problemas -como la vivienda y la seguridad- Vox y Orriols crecerán. Los menores de 35 años de los setenta creímos -y acertamos- que Franco y la dictadura eran el pasado. Los de hoy pueden pensar que no les gusta un sistema que no soluciona su primera preocupación.

Quizás la clave es la reflexión de Illa a Jessica Albiach: prosperidad compartida, toda, pero antes, o al mismo tiempo, hay que crearla.

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