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Opinión | Debate público
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¿Y por qué no lo hacemos?

Parece como si después de unas décadas dominadas por lo que era 'políticamente correcto' estamos cayendo en el error de aceptar que no son importantes ni las formas, ni la corrección en el trato ni la aceptación de los procedimientos

"Que se pare el mundo": decenas de miles de personas claman en Barcelona por la paz en Gaza

Barcelona 04/10/2025 Sociedad Manifestación Palestina Barcelona AUTOR JORDI OTIX

Barcelona 04/10/2025 Sociedad Manifestación Palestina Barcelona AUTOR JORDI OTIX / Jordi Otix / EPC

Vivimos en una sociedad extremadamente polarizada que crea bloques que nos llevan irremisiblemente, como si fuera una marea de oleadas infranqueables, hacia la parte de la costa donde solo hay los que piensan y actúan como nosotros. Vivimos rodeados de los que son como nosotros y nos cuesta salir de nuestro grupo, que muchas veces nos viene predeterminado.

Y a la vez que cada vez vivimos más conectados, se constata que crecen el aislamiento y la soledad. Se está socializando lo que empezó en el mundo de las parejas con el “living apart together”. Más grupos de WhatsApp que nunca, en un mundo dialéctico fácil a través de mensajes que sabes por adelantado que serán bien recibidos, y todo el mundo espera recibir en el móvil un mensaje o una noticia que nos haga sonreír, que nos reconforte, que nos confirme que lo que pensamos es correcto y tenemos razón.

Y, en cambio, también coincidimos todos en que hay que promover el debate, que hay que contrastar ideas y poder libremente exponer lo que sentimos y lo que creemos, lo que queremos. Todos coincidimos en que la radicalidad y la división hacen imposible encontrar soluciones a los problemas que sufre nuestra sociedad; no hay duda que en el Congreso falta debate sobre políticas y no es positivo el cruce de monólogos pensados para el titular periodístico. Monólogos que no buscan la réplica, ni mucho menos pretenden provocar un debate que obligue a escucharse.

La democracia es pacto, y el pacto exige debate previo y capacidad de no ganar todo lo que se pretendía inicialmente. Los tiempos son inciertos, también coincidimos todos. Y a la incertidumbre se la gana con unidad, con ganas de andar juntos: cómo nos recordaba Ordine, “los hombres no somos islas”. Nos necesitamos los unos a los otros. Y también en esto coincidimos todos.

'Eppur'... ¿Por qué no lo practicamos? ¿Por qué no lo hacemos posible? Nos unen más cosas que las que nos separan y, en cambio, las subrayamos muy pocas veces. Parece como si después de unas décadas dominadas por lo que era 'políticamente correcto' estamos cayendo en el error de aceptar que no son importantes ni las formas, ni la corrección en el trato ni la aceptación de los procedimientos. Y la democracia es, sobre todo, procedimiento: es el respeto a los procesos que no solo nos permiten escucharnos, sino que nos obligan a escuchar, a dejar que los otros se expresen y así aceptar la divergencia.

Un ejemplo (como tantos hay cada día en las páginas del diario y de todos los bandos) es la reivindicación, esta semana, de la España de la Transición y el consenso, frente a la España de la polarización... Pero a continuación se manifestaba expresamente que se veía imposible que la política de consenso se pueda lograr con el Gobierno actual.

¿Queremos pactos y consenso y ya de partida excluimos del tablero del debate a aquellos que no queremos escuchar?

Coincidimos todos, pero lo practicamos poco. Y no nos podemos escudar en la crítica “a los políticos”. Depende también, y sobre todo, de cada uno de nosotros. En un grupo de WhatsApp con buenos amigos surgió un debate sobre el vídeo de la Sra. Meloni sobre la inmigración: había consenso generalizado que es un tema complejo pero que las palabras de la primera ministra son difícilmente criticables, y ya había voces que sugerían quedar un día con calma para hablar... hasta que uno cortó el debate con un contundente: “viendo la opinión de algunos del grupo, yo no hablo más de este tema con vosotros”.

Coincidimos en que somos una sociedad adicta a sentirse ofendida por las actitudes de los demás (¡y por lo que dicen!), pero no hacemos esfuerzos para evitar lo que pueda ofender ni buscamos lo que nos une, sino lo que nos separa. ¿Qué nos une ante la barbarie de la guerra? La guerra en sí misma. Y, en cambio, se convoca la manifestación “por Palestina”. Seguramente nos unía más y a todos, un claro y contundente: “Israel: stop!”.

Todos coincidimos y no nos faltan adjetivos para reforzar nuestro discurso cuando hablamos de otra gente... ¿Pero lo hacemos nosotros? ¿Somos consecuentes y promovemos lo que nosotros subrayamos como absolutamente imprescindible en esta sociedad que vive más conectada y más aislada que nunca?

¿Por qué no nos lo proponemos y, simplemente, lo ponemos en práctica? ¿Por qué no hacemos nosotros lo que decimos a los demás que hay que hacer?

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