No nos quieren... y aún peor
Los políticos de Washington ven a Europa cómo un continente viejo en sentido literal, pero con poco que decir sobre la revolución digital, un lugar para visitar con curiosidad pero con poco futuro
Los líderes de la OTAN respaldan aumentar el gasto en defensa al 5%, pese a las reticencias de España
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Que los americanos no nos vean no es algo nuevo pero ahora es peor y lo ocurrido en la reciente cumbre de la OTAN lo confirma. Cuando Hillary Clinton iba a ser confirmada por el Senado como secretaria de Estado de Obama leyó un texto de setenta páginas en el que desgranaba sus prioridades en política exterior sin citar a la Unión Europea. También es conocida la broma de Kissinger, preguntando por el número de teléfono de Europa. La realidad es que Washington nunca ha visto a la Europa unida y prefiere entenderse directamente con sus países más importantes.
Los políticos de Washington ven a Europa cómo un continente viejo en sentido literal, lleno de castillos y de museos, pero con poco que decir sobre la revolución digital, un lugar para visitar con curiosidad pero con poco futuro. Es frecuente oírles decir que ellos son 'Marte', el dios de la guerra, mientras que nosotros somos 'Venus', unos hedonistas que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Como me dijo un senador: “Son ustedes como un bovino bonachón, incapaz de dar una cornada para defender su trozo de pasto y no se dan cuenta de que están rodeados por una Rusia agresiva y por un Mediterráneo desestabilizado”. Especialmente graves me parecen los comentarios despreciativos sobre Europa del vicepresidente Vance y de los secretarios de Estado Rubio y de Defensa Hegseth, cuando intercambiaron información confidencial sobre un ataque a los hutís de Yemen en el escándalo conocido como Signalgate. Allí decían que la libertad de navegación en el Mar Rojo beneficia a Europa más que a los EEUU, pero que los europeos somos incapaces de garantizarla y que les indignaba tener que sacarnos de nuevo las castañas del fuego. Y en el caso de Ucrania ha quedado claro que Washington desea dejarnos fuera de una eventual negociación para un alto el fuego o la misma paz, si se diera el caso. No solo eso, por vez primera en la historia, EEUU votó contra los europeos y con Rusia, Bielorrusia, Irán y Corea del Norte (¡vaya tropa!) en una resolución de la asamblea general de la ONU sobre la invasión rusa. ¡Lo nunca visto! Y cuando los europeos se reunieron con el ministro iraní después del reciente ataque de Israel, Trump comentó con desprecio que con quien deseaban hablar los iranís era con EEUU y no con Europa.
Trump ha llegado a decir que la UE se hizo para fastidiar a EEUU -y soy amable porque dijo “screw”- y su vicepresidente JD Vance vino a Davos en febrero para criticar nuestra democracia porque coartamos la libertad de expresión de los partidos de ultraderecha, y a mí no deja de extrañarme que se permita decirlo alguien que ha defendido el asalto al Capitolio y que solo acepta el resultado de las elecciones cuando las gana. Además de que apoya públicamente a partidos xenófobos y euroescépticos, como Alternativa por Alemania, considerado extremista en su país, y no oculta su buena sintonía con líderes como Orbán y Meloni.
Nuestra baja contribución financiera a la OTAN ha irritado a todos los ocupantes de la Casa Blanca desde los tiempos de Reagan. Lo que les diferencia de Trump era la forma más educada de pedirlo pero no debemos engañarnos porque todos, republicanos y demócratas, están igualmente indignados por tener que pagar por nuestra defensa cuando tenemos servicios sociales, como la sanidad, mucho mejores que ellos. Y ahora Trump está dispuesto a terminar de una vez con ese apoyo porque estima que carece de sentido que un continente de quinientos millones de habitantes pida ayuda a otro de trescientos cincuenta para defenderle de unos rusos que solo son ciento cuarenta y tienen un PIB ocho veces inferior al nuestro (aunque olvide convenientemente su arsenal nuclear). A ese enfado se suma ahora el desprecio que Trump y sus acólitos no disimulan por nuestra incapacidad para hablar con una sola voz, como demuestra la terrible destrucción de Gaza (Ucrania es una excepción, pero tampoco nos hacen mucho caso) y para hacernos respetar con una fuerza militar creíble.
Por eso no hay que extrañarse cuando se reúne la OTAN y Donald Trump nos pone a todos firmes exigiendo -sin escuchar nuestras protestas- una contribución del 5% del PIB a Defensa entre las reverencias de Mark Rutte, el obsequioso secretario general de la organización. Y todos firmamos sin rechistar. Es lo que hay.
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