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Optimismo moderado

El líder del PP ha querido huir del triunfalismo y ha alertado de los riesgos de fiarse de la «sonrisa de las encuestas»

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene en la sesión de clausura del XXI Congreso Nacional de la formación en Madrid.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene en la sesión de clausura del XXI Congreso Nacional de la formación en Madrid. / Javier Lizón

El PP ha celebrado su XXI Congreso Nacional en un ambiente marcado por el optimismo. La difícil situación por la que atraviesa el PSOE es de una magnitud tal, no previsible en mayo, cuando se convocó el congreso, que alimenta la expectativa de que la llegada a la Moncloa está muy cerca. Para preparar la batalla final el PP ha cerrado filas en torno a Alberto Núñez Feijoo, que ha revalidado la presidencia del partido con el apoyo de más del 99% de los compromisarios, proyectando una imagen de unidad interna y ha aprobado una ponencia política y una ponencia económica, además de la organizativa, con las que se pretende sentar las bases estratégicas y programáticas del que aspira a ser el futuro gobierno de España.

Desde el punto de vista estratégico el PP ha rehuido la política de cordón sanitario excluyendo únicamente a Bildu mientras no pida perdón a las víctimas de ETA y no colabore en el esclarecimiento de todos los crímenes. Pero en cambio no ha descartado posibles pactos ni con Vox ni con los partidos independentistas poniendo como único límite el respeto al marco constitucional. Eso sí ha apostado por limitar la colaboración entre partidos al ámbito parlamentario y ha defendido la necesidad de un gobierno en solitario sin participación de Vox, a quien ha hecho algunos guiños en materia de inmigración o de sanidad con el objetivo de contener las posibles fugas hacia ese partido y de concentrar los votos en sus siglas.

El PP ha tratado de erigirse como el partido garante de la unidad de España, de la limpieza frente a la corrupción y como la única alternativa frente al PSOE y a Pedro Sánchez. Feijóo ha anunciado las medidas que llevaría a cabo durante los primeros días de su mandato: un plan de regeneración e institucional; la mejora del acceso vivienda y el fin de la ocupaciones; una bajada generalizada de impuestos; situar a la clase media como motor del país; una subida del salario medio; fortalecimiento del Estado de bienestar; un pacto nacional del agua; una ley lenguas; un plan para reducir la inmigración ilegal y el refuerzo de la seguridad ciudadana, entre otras. Unas medidas con las que pretende recuperar la centralidad, que puedan atraer a los electores centristas desencantados con el PSOE y que haga posible un gobierno en el que quepan todos.

Pese al optimismo, el líder del PP ha querido huir del triunfalismo y ha alertado de los riesgos de fiarse de la «sonrisa de las encuestas», que ahora le son favorables al igual que en 2023 cuando las expectativas no se correspondieron con la realidad y a pesar de ganar las elecciones no pudo acceder al gobierno. Para evitar un nuevo disgusto, el PP pretende llegar a los 10 millones de votos que deberían bastar lograr la investidura y forjar un gobierno monocolor. Antes, sin embargo, deberá superar un obstáculo no menor. Desligarse de la sombra de corrupción que persigue al PP y que sigue siendo muy alargada ya que a partir de septiembre se esperan avances judiciales en viejos casos de corrupción que afectan al partido –Gürtel, Bárcenas, Púnica o Lezo entre otros–. Y eso es algo que puede complicar el compromiso de Feijoo de presidir un gobierno limpio.