Opinión | Cónclaves políticos
Joan López Alegre

Joan López Alegre

Periodista y exdiputado en el Parlament

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De Ferraz a IFEMA, 18 minutos, dos mundos

El Comité Federal del PSOE fue la constatación de que a perro enfermo todo son pulgas. En la acera de enfrente el PP ha vivido el fin de semana que Feijóo deseaba.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene en la sesión de clausura del XXI Congreso Nacional.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene en la sesión de clausura del XXI Congreso Nacional. / EFE/ Javier Lizón

No somos un país donde los presidentes hayan tenido un final fácil. Suárez dimitió víctima de luchas intestinas, Felipe entre sombras de corrupción, Aznar atrapado en las mentiras sobre el atentado del 11M, Zapatero arrasado por una la crisis económica, Rajoy cayó en una moción de censura y Sánchez agoniza, quien sabe por cuanto tiempo, chapoteando entre corrupción y nepotismo.

El Comité Federal del PSOE fue la constatación de que a perro enfermo todo son pulgas. La renuncia del hasta ese momento más que poderoso Paco Salazar, pocos minutos antes del inicio del cónclave socialista, fruto de unas revelaciones sobre su “comportamiento inadecuado”, publicadas en un medio afín son la constatación de hasta que punto Sánchez ha perdido la brújula, aunque él se declare capitán del barco.

Mas allá de la sensación de estación término que dejó el sábado en Ferraz si quedaron claras tres ideas: Sánchez resistirá numantinamente todo lo que pueda. Illa vinculo su suerte a la de Sánchez, aunque en política ya se sabe que para siempre es hasta mañana, y el PSOE tiene claro que gran parte del futuro electoral de este país se juega en el Mediterráneo y por eso nombro a una valenciana, como Rebeca Torró, secretaria de organización y a una catalana, como Montse Mínguez, nueva portavoz.

En la acera de enfrente, a dieciocho minutos de Ferraz, el PP ha vivido el fin de semana que Feijóo deseaba: su partido le reconoce como líder incontestable y ni Díaz Ayuso ni Juana Moreno le hacen sombra, quizás porque ambos tienen poder sin necesidad de exhibirlo.

Núñez Feijóo situó al PP en el centro frente a la polarización del PSOE y VOX. Declaró el fracaso de los gobiernos de coalición y llamó a derribar el muro que prometió construir Sánchez en su discurso de investidura.

Feijóo intento la cuadratura del círculo, nada de excluir a VOX, pero tampoco gobernar con ellos. El presidente del PP incluyó al PSOE entre los partidos con los que hay que dialogar, pero aclaró que el sanchismo, del que no quiere saber nada, es una cosa y el PSOE otra.

Para no gobernar con VOX el PP deberá sumar un diputado más que todos los partidos que apoyaron la investidura de Sánchez, la apuesta es arriesgada pero no imposible.

Para Feijóo lo óptimo es un enfrentamiento PP-PSOE, para Sánchez insistir en que PP-VOX son algo indisociable. Lo cierto es que el partido no se juega a dos bandas, VOX no para de crecer y las fuerzas nacionalistas, en las que Sánchez se apoya, siguen mostrándose fuertes.

La ventaja para Feijóo es que al igual que Sumar puede condicionar las políticas de Sánchez, pero no derribarlo, VOX puede exigir al PP, pero jamás unirá sus votos a Bildu o Podemos para evitar un cambio de inquilino en La Moncloa.

La carrera es larga, las dos primeras metas volantes, si Sánchez llega hasta ahí, serán Castilla y León y Andalucía. Feijóo parte, al igual que en 2023, con ventaja. Entonces la malbarató, este fin de semana intentó decirnos que ha aprendido la lección. Veremos.  

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