
Periodista y escritor

Juan Cruz Ruiz
Juan Cruz RuizPeriodista y escritor
Periodista y escritor
Los hijos de Sánchez
Las sonrisas, las risas, y luego las carcajadas de la victoria, se han convertido ahora en la amenaza de una derrota
Felipe González amenaza con dejar de votar al PSOE si el Constitucional avala la ley de amnistía
¿Por qué Cerdán acaba en prisión y Ábalos, no?

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Rocío Ruz - Europa Press
Desde hace algunos años Pedro Sánchez no está contento. Siempre quiso estar mejor, más seguro, mejor acompañado, y quiso ganar, siempre quiso ganar, hasta cuando iba perdiendo. Ahora, cuando sus más cercanos colaboradores lo han traicionado, él busca la vía del solitario para encontrar, otra vez, la solución a su descontento.
A su primera derrota, cuando su partido lo confrontó con la aspirante andaluza a presidir el PSOE, cuando aquellos que habían sido las principales figuras del partido en el posfranquismo le cerraron la puerta al futuro, a él se le apareció en la lucha su etapa más difícil: la de rehacerse merced a un viaje que se convertiría en leyenda.
Eran cuatro en un automóvil corriente que, visto desde ahora, ha dejado una estela de burla, de mentira y de amargura. Aquellos que iban con él se han convertido en una sombra de la traición que ahora lo dibuja con una tristeza infinita. Es la destrucción o el amor, y ninguna de esas dos entidades son ahora otra cosa que papel sucio y mojado, materia de juzgados y de estupor, esa parte de arriba del dolor que se guarda tan solo por si acaso hay un milagro y la vida vuelve a tener sentido en La Moncloa.
Las sonrisas, las risas, y luego las carcajadas de la victoria, se han convertido ahora en la amenaza de una derrota, el fracaso de una triple amistad que se retuerce en la memoria de la cárcel o del palacio. Es un mal momento, pésimo para la historia de los cuatro, y sin duda un subrayado de estupor para la memoria del principal de aquellos que iban en coche en busca de una reivindicación que, a Pedro Sánchez al menos, le iba a resarcir del disgusto de quienes no lo toleraban.
Entre los que no lo toleraron hubo personajes muy principales del PSOE. Ahí, en medio de las brumas de aquel tiempo, estaban expresidentes y presidentes en espera, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, Susana Díaz, que en distintas graduaciones fueron acercándose o alejándose de quien quería regresar a las Cortes y hacerlo como aspirante al trono civil que ansiaba.
El desencuentro lo tuvo, también, con partes importantes de la prensa que a él le apetecía cerca. De modo que la travesía que hizo por esos mundos, para hallarse con la soledad de fondo, pero también con el espíritu que ansiaba comprobar en su partido, debió sentir todas las formas agridulces de la vida política.
Una vez en el poder las cosas no le fueron fáciles tampoco, porque aquel principio de su égida como ganador, frente a Rajoy, del trono de La Moncloa, los que estuvieron lejos de él (entre ellos, el que más podría doler, entonces y ahora, Felipe González) extrañaban las llamadas, la pertinencia de los consejos que ellos podrían darle. Ese alejamiento fue minando la tierra de los desencuentros. Ahora lo amargo es lo único que oye desde ese otro lado de su partido; otros han salido en su amparo, pero a veces el ruido es lo que no se oye.
Ahora se sabe que aquel viaje fue, también, el principio de una desgracia: las amistades peligrosas que ahora lo han dejado sin respiración, pendiente de un hilo que no tiene ni principio ni fin porque es, tan solo, el hilo del azar oscuro que contiene la pregunta: ¿y qué pasará mañana, o en el instante siguiente?
Lo tiene muy crudo Pedro Sánchez, porque ya no tiene, ni en la sonrisa, ni en la risa, las certezas que entonces, cuando iba perdiendo, lo pusieron en la carretera. Ya no hay carretera sino ensimismamiento.
En aquel entonces, cuando perdió por primera vez y se juró que aquellas lágrimas con las que se despidió de las Cortes serían luego poder y felicidad, tuvo compañeros de viaje que hicieron, con él, leyenda motorizada con la utopía como destino. Ahora el destino no está escrito, o al menos está escrito tan solo en la tinta a veces incomprensible de los jueces.
Del coche ya sólo queda él. La leyenda se ha ido diezmando y a él se le envaró la sonrisa, y ahora lo que habita en su rostro asustado (el rostro asustado de Sevilla) es la incertidumbre con la que lo reciben las noches y los días que quedan para que se enfrente a los suyos y, sobre todo, a los que de antiguo no lo quieren ver ni en pintura, es decir, sus enemigos de la otra bancada.
No se fiaba de otros, en aquel entonces, y se lanzó a la carretera como quien reconstruye su vida. Ahora la vida a la que alcanza es un suspiro que se le escapa. Desde que encontró las vías que lo pudieran convertir en aspirante al poder, tras la derrota sin paliativos de Alfredo Pérez Rubalcaba, se supo que no estaba en el mundo (ni en el mundo de la política, sobre todo) para perder. Él lo dijo una vez: “No quiero estar asociado a un fracaso”. Ganó, ahora no va ganando.
Suscríbete para seguir leyendo
- No nos planteamos volver a Barcelona': cinco rostros del nuevo éxodo hacia la segunda corona metropolitana
- Barcelona tendrá su primera rampa mecánica en verano de 2027 tras una obra de 7 millones
- Catalunya, tras el paso del temporal: ciudades inundadas, más de mil incidencias y dos desaparecidos en Cubelles por el desbordamiento del Foix
- ¿Por qué algunos teléfonos móviles no han recibido el aviso de 'Es Alert' por lluvias torrenciales en Catalunya?
- Mango, a su plantilla: 'Los tres hermanos se distribuyen el reparto de la propiedad y muestran su confianza en Toni Ruiz
- Joaquín Caraballo, experto en vivienda: 'El principal comprador que hay en España ahora mismo' es aquel que tiene la casa adquirida desde hace 15 años
- Fernando Sánchez, experto en finanzas personales: 'A mis sobrinos no les regalo juguetes, pero cada mes les hago una aportación a una cartera de acciones y a un pequeño ETF
- La madre de Michu rompe su silencio y habla por primera vez del auténtico motivo de su muerte