Opinión | Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

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La catenaria de Pedro Sánchez

Ahora la tendencia general, en todo el espectro de centro-derecha a centro-izquierda, es de políticas migratorias restrictivas después de una larga etapa de laxitudes

Mette Frederiksen, una socialdemócrata antiasilo y prorrearme para la presidencia de Dinamarca en la UE

Archivo - La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen

Archivo - La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen / -/EU COUNCIL/dpa - Archivo

La argumentación y el análisis salen perdiendo mientras las cámaras están pendientes de quien visita a Santos Cerdán en Soto del Real. Ni los clásicos de la literatura picaresca dan abasto para describir el triángulo Cerdán-Koldo-Ábalos, ni la literatura del desastre pudo prever los desperfectos de RENFE y la incomparecencia del gobierno. La vieja política se había presentado como nueva y, a su vez, la nueva resulta aún más vieja. Peligra la consistencia institucional. Corrupción y gobierno disfuncional coinciden fatalmente. Algunos jóvenes estupefactos van a las bibliotecas, desempolvan los manuales de regeneracionismo y acaban por suponer que hay un futuro en Instagram.

La actual peripecia de la política española tiene un efecto aislante. Con la reciente conferencia de la ONU en Sevilla –de contenido tópico- la ciudadanía estaba mirando para otro lado, en pleno desfallecimiento de la vocación internacionalista de su presidente del Gobierno. De hecho, la superfluidad de Sánchez en el futuro de la socialdemocracia, aunque actualmente presida la Internacional Socialista, le sitúa en la isla de Robinson. En Europa han desaparecido un puñado de partidos socialistas. El mañana de la socialdemocracia no deslumbra.

Un flanco en discusión permanente son las políticas migratorias. Ahí, con experiencia contrastable está la primera ministra danesa, la socialdemócrata Mette Frederiksen, quien ahora rige la presidencia rotatoria europea. Frederiksen y Sánchez son polos opuestos en materia de inmigración.

Es previsible que, durante el semestre en curso, Sánchez no esté en la mejor de posiciones para replicar a una Frederiksen que va a aprovechar la oportunidad para explayar sus tesis, marcando territorio propio frente a la derecha extrema. A la vista de los vuelcos electorales activados por la crisis migratoria de 2015, los argumentos de la primera ministra danesa fueron asentándose de forma consistente: por ejemplo, en restricción de las políticas más laxas de asilo, reagrupamiento familiar, acogida o control de sin papeles. Ahora la tendencia general, en todo el espectro de centro-derecha a centro-izquierda, es de políticas migratorias restrictivas después de una larga etapa de laxitudes. Se ha visto en las elecciones europeas. Coinciden, con matices, Macron y Merz. Giorgia Meloni es más explícita.

La tesis de la izquierda ultraprogresista es que en el centro.derecha ese giro gradual se ha producido para retener los votos que le restaba la derecha extrema. También se dice de una socialdemócrata como Frederiksen o del laborista Starmer. Más bien responde a un profundo cambio en las opiniones públicas, que el progresismo atmosférico impedía constatar. Si Frederiksen representa la nueva ortodoxia socialdemócrata, el PSOE –con el lastre supino de Sumar y otros socios- es ahora mismo poco más que el DNI sanchista.

Del mismo modo que estamos ante una revisión general del buenismo migratorio, el ataque de Putin a Ucrania ha provocado que muchos ciudadanos se preguntasen si están suficientemente protegidos en caso de agresión exterior. Ese es el gran debate de la geopolítica europea, una prueba más de que ser progresista es como alimentarse de la nada. La catenaria del sistema Pedro Sánchez ha quedado colgada. Somos extraños en un tren. Eso ocurre cuando se prefiere la cosmética a la cirugía.

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