Opinión | Oriente Próximo
Ignacio Álvarez-Ossorio

Ignacio Álvarez-Ossorio

Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid.

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¿Hacia dónde va la Siria de Al Sharaa?

El éxito del nuevo presidente dependerá de tres factores: que la transición política sea inclusiva, que se establezcan contrapesos al poder y que se mejoren las condiciones socioeconómicas de la población

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Seis meses sin Asad en Siria: Damasco trata de dejar atrás la violencia y destrucción del pasado

Leonard Beard.

Leonard Beard. / GIUSEPPE LAMI / EFE

Siete meses después de la caída de Bashar Al Asad, Siria intenta cicatrizar las heridas causadas por una cruenta guerra civil que devastó el país y enfrentó a los diferentes componentes de su sociedad. De ahí que la mayor parte de las demandas de la comunidad internacional se centren en la necesidad de que Ahmed Al Sharaa, el nuevo hombre fuerte, establezca un sistema plenamente democrático que garantice los derechos de las minorías. Las credenciales yihadistas de Al Sharaa, quien en el pasado dirigió la rama siria de Al Qaeda, el Frente Al Nusra, no invitan al optimismo, ya que en el pasado recurrió de manera sistemática al sectarismo para perseguir a las minorías étnicas y religiosas.

Tampoco los acontecimientos sobre el terreno son alentadores ya que, en los últimos meses, se han sucedido las matanzas sin que las nuevas autoridades hayan sido capaces de frenar la escalada de violencia. Entre el 7 y 8 de marzo, más de 1.500 alauitas fueron asesinados en la costa mediterránea por grupos de orientación yihadista, algunos de ellos próximos al nuevo régimen. El 28 de abril estallaron choques en varios feudos drusos como Yaramana, en las que murieron una docena de personas. Más recientemente, el 22 de junio, un suicida se inmoló en la iglesia de San Elías en un suburbio de Damasco dejando tras de sí veinticinco cadáveres, la mayor matanza de cristianos desde los disturbios de 1860. Detrás de estos sucesos estarían escisiones del Estado Islámico o del Organismo para la Liberación del Levante, que consideran que las nuevas autoridades deberían imponer por la fuerza un emirato islámico regido por la sharía. Estos grupos condenan el viraje hacia el pragmatismo de Al Sharaa, al que abiertamente tachan de apóstata.

El nuevo presidente no solo tiene detractores entre sus filas, sino también entre los sectores seculares, que le acusan de concentrar un inmenso poder en sus manos y de negarse a establecer un gobierno inclusivo en el que estén representadas las diferentes sensibilidades de la heterogénea sociedad siria. Aunque la declaración constitucional del 13 de marzo pasado garantizaba en teoría los derechos y libertades de la población, también otorgaba poderes prácticamente ilimitados al presidente, que ha establecido un gobierno en el cual las principales carteras recaen en miembros de su propia formación: la Organización para la Liberación del Levante. En la nueva Siria, como en la anterior, no existe una plena separación de poderes ni tampoco un sistema pluripartidista, de ahí que muchos piensen que ha caído un autoritarismo para ser reemplazado por otro.

La exclusión de actores clave en el proceso de transición ha avivado tensiones étnicas y sectarias. Los temores de cada una de estas comunidades son diferentes. Los kurdos, cuya identidad ha sido sistemáticamente perseguida, temen que la autonomía tan costosamente alcanzada sea arrasada por las pulsiones centralistas del nuevo régimen. Los cristianos, que en el pasado representaban un 10% de la población, temen que la instauración de un Estado islamista acelere el éxodo de los poco más de 300.000 fieles que todavía quedan en el país. Los drusos, por su parte, se sienten amenazados y abandonados a su suerte, ya que el nuevo régimen no ha hecho ningún gesto para integrarlos en las estructuras de poder. A esto se suma la limitada representación de las mujeres en el nuevo gobierno, donde solo se ha nombrado a una ministra: la cristiana Hind Kabawat, al frente del Ministerio de Asuntos Sociales y Trabajo.

En opinión del académico sirio Joseph Daher, el éxito de Al Sharaa dependerá de tres factores: que la transición política sea inclusiva, que se establezcan contrapesos al poder y que se mejoren las condiciones socioeconómicas de la población. Si bien es cierto que en los dos primeros ámbitos no se han registrado avances significativos, el levantamiento de las sanciones internacionales por parte de Estados Unidos podría allanar el terreno para la llegada de inversiones y el retorno gradual de los más de seis millones de sirios que abandonaron el país en la pasada década, sin los cuales el proceso de reconstrucción del país y de reconciliación nacional parecen una misión imposible.

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