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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Waterloo, Collboni y el 30%

Puigdemont cree que sus siete diputados le permiten influir en España con pactos con el PSOE y Foment, pero que el PSC es el enemigo que le ha quitado la Generalitat

Foment y los promotores catalanes exigen "responsabilidad" a PSC y Junts para salvar la reforma del 30% en Barcelona

Junts mantiene su veto a la reducción de jornada y Trabajo lo fía todo a un acuerdo 'in extremis' antes del 22 de julio

Carles Puigdemont, el 17 de gener passat a Brussel·les. | NÚRIA MARTÍNEZ / EFE

Carles Puigdemont, el 17 de gener passat a Brussel·les. | NÚRIA MARTÍNEZ / EFE

Pasan cosas inexplicables. ¿Era lógico que Ábalos tuviera aún en su casa material comprometedor cuando la Guardia Civil le visitó? ¿Es comprensible que Pedro Sánchez siguiera confiando en Santos Cerdán tras que se supiera que Koldo, su escudero, era un ferviente aspirante a Roldán? ¿Cómo se entiende que Cerdán no tuviera alerta a un abogado y haya tenido que recurrir a Benet Salellas, un defensor del 'procés', cercano a la CUP? ¿Sugerido por Puigdemont?

Otras cosas se entienden algo más. Puigdemont se equivocó a lo grande cuando proclamó la independencia -sabiendo que no podía- solo para que ERC no ganara las elecciones anticipadas que debía convocar. Pero Puigdemont aguanta, conserva el voto de buena parte de la clase media catalana y es el segundo partido del país. Y tiene su estrategia.

Las elecciones españolas de 2023 no le fueron bien, pero le tocó la lotería. Sus siete diputados eran la bisagra imprescindible. En las catalanas de 2024 se dejó la piel -incluida una rocambolesca excursión a Barcelona- pero no logró ni que Illa, que había ganado, le dejara el campo libre, ni que ERC forzara la repetición electoral. Sánchez no le había correspondido.

Pero se atrincheró con sus siete escaños. Pese a Illa, había que sostener a Sánchez para garantizar la amnistía y arrancar triunfos -como todas las competencias en inmigración- que mostraran poderío y animaran a la clientela. No era fácil, porque Illa es president y la financiación singular se pactó con ERC, pero facilitaba titulares. Y Míriam Nogueras los borda cuando declama como una dama herida. Pero, ¡ojo!, ni entrega al PSOE, ni olvido de la clase media.

Cuando la vicepresidenta Yolanda Díaz se puso estupenda y creyó que con las 37,5 horas conquistaría el cielo, Puigdemont olió petróleo. No se había pactado con los empresarios que -la Pimec en primera línea- creen que la ley les va a perjudicar. Una gran oportunidad para pactar con Sánchez-Llibre: yo veto las 37,5 horas (sin mí, Pedro Sánchez no tiene mayoría) y a cambio Foment me da respetabilidad peregrinando a Waterloo. Y la CEOE se entera. Que el Madrid que cuenta sepa que Junts es más útil que el PP para evitar que el PSOE, arrastrado por Yolanda, descarrile contra la empresa privada. Retomar dosis de la respetabilidad que tenían Pujol y Roca. Y si Trias fuera alcalde, el papel de Junts valdría más.

Puigdemont quiere que Junts vuelva a ganar. Teme a la alcaldesa de Ripoll, pero sabe que el competidor de verdad es el PSC, que “con Maragall, Montilla y la traidora ERC (Ferrusola 'dixit') ya nos robó la Generalitat”. Y encima Illa siempre invita a Jordi Pujol. Negocios con el PSOE, vale, pero que quede claro que no somos españoles. Con Sánchez-Llibre, también, aunque cada uno en su casa. Pero con el PSC, ¡cuidado! Tiene la Generalitat y Barcelona y es un partido español. No debemos ayudar a legitimarlo.

Sánchez se tambalea y Santos Cerdán está en Soto del Real. Pero queda Zapatero. O quien quieran, pero nunca un negociador del PSC. Nada de Illa, o de un enviado suyo. Y a Miquel Iceta, que Sánchez no le deje salir de la Unesco. ¡Suficiente lata nos dio en otro tiempo!

Pero Barcelona padece el cáncer malo de la falta de vivienda. Y el famoso 30% de vivienda social que, a iniciativa de Colau, votaron tanto Junts como ERC y el PSC ha resultado estéril. Los constructores huyen y se van a Cornellá o San Cugat. Los estudiosos -incluso Carme Trilla- saben que hay que cambiarlo, porque el 30% de cero es cero. Pero Collboni solo, e incluso con ERC, no pueden porque no tienen mayoría.

Si Junts pactara reformar el 30% se podría apuntar un tanto. Cada día falta más vivienda y el sector lo espera. Y hay concejales de Junts -sin candidato a alcalde, las encuestas no les van bien- que querrían subirse al carro. ¡El PSC pide ayuda y Junts se sacrifica por la ciudad!

Pero Puigdemont duda. Sí, se visualizaría que Junts, como antes Convergència, es el “pal de paller”. Pero a Junts le interesa pactar con el PSOE, que manda en Madrid, y no con el PSC, “y aún menos con Collboni, que se la jugó a Trias con el PP y los Comuns”.

Puigdemont vacila. Aún no ha decidido el candidato a la alcaldía y busca otro Trias. ¿El 30% deberá esperar?

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