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El calor como riesgo laboral

El marco que podía servir hace una década ha quedado obsoleto por las nuevas condiciones climáticas

La barrendera fallecida en BCN trabajó ese mediodía en Via Laietana y Portal de l'Àngel empujando un carrito

Barcelona llega a los 37,6 grados, la cifra más alta jamás registrada para un mes de junio

Una barrendera del Ayuntament por las calles de Barcelona.

Una barrendera del Ayuntament por las calles de Barcelona.

La reciente muerte de una empleada de limpieza de Barcelona, después de haber trabajado toda la tarde del sábado en plena ola de calor, es algo más que una tragedia aislada. Es la constatación de que el cambio climático ya hace mucho que ha dejado de ser un desafío abstracto para convertirse en una amenaza para la vida. La mujer fallecida tenía 51 años y se desplomó al llegar a su domicilio. Dos trabajadores más han sido atendidos por presuntos golpes de calor. Cada verano, las temperaturas baten nuevos récords. En Barcelona, este junio se ha registrado la cifra más elevada en los cien años de historia del Observatori Fabra. Ante unas condiciones climatológicas adversas, solo cabe ahondar en la capacidad de adaptación. Una necesidad que interpela especialmente a las instituciones y empresas. Las políticas laborales deben estar a la altura. Proteger la salud de quienes trabajan al aire libre es una responsabilidad urgente.

En este sentido, el Ayuntamiento de Barcelona y las cuatro empresas concesionarias del servicio de limpieza han acordado unificar criterios y reforzar las medidas en olas de calor. El acuerdo incluye aplicar a partir de los 34 grados las medidas que, hasta ahora, estaban contempladas en escenarios de 37 grados. Desde aumentar las pausas, facilitar bebidas isotónicas y modificar recorridos que pasen por zonas con más sombras en las horas de máxima insolación (entre las 12 y las 16 horas). A partir de los 40 grados, se suspenderá el servicio de limpieza. También se establecerán protocolos para detectar a las personas especialmente vulnerables de la plantilla y a la formación de los trabajadores. ¿Será suficiente?

Las condiciones en las que operan los profesionales de limpieza, jardinería, reparto o construcción deben ser constantemente revisadas. El marco laboral que podía servir hace una década ha quedado obsoleto por las nuevas características climáticas. Del mismo modo que es probable que el presente tenga fecha de caducidad. Trabajar a pleno sol en las actuales temperaturas –y las que están por venir– es una amenaza directa para la salud. Las empresas deben garantizar condiciones de trabajo dignas y seguras para aquellos empleos más expuestos, del mismo modo que la externalización de servicios públicos no puede ir, en ningún caso, en detrimento de los derechos de los trabajadores. Es imprescindible, por tanto, que los ayuntamientos y las empresas públicas y privadas actualicen sus protocolos de forma realista y con enfoque preventivo. La justicia climática y la justicia laboral son indisociables.

Adaptar la jornada laboral a las nuevas condiciones climáticas es un acto de cuidado colectivo. Del mismo modo que Barcelona está ampliando la red de refugios ante las olas de calor, cabe ahondar en los criterios de salud climática de los trabajadores, así como reforzar la cultura preventiva. También la ciudadanía debería responder asumiendo una mayor responsabilidad en el cuidado de las calles. La limpieza no es solo la obligación del empleado encargado de la recogida. Previamente, está la responsabilidad de la ciudadanía. 

La trágica muerte de la empleada de la limpieza no debe ser considerada una fatalidad inevitable. El calor extremo no es una excepción, forma parte de nuestra vida cotidiana. La necesaria adaptación requiere políticas ambiciosas y de mirada larga.