Opinión | Gárgolas

Josep Maria Fonalleras

Todos eran mis hijos

El donante no sabe si su esperma ha derivado hacia la efectividad procreadora y los receptores tampoco tienen noticia de quien es el padre biológico

El fundador de Telegram revela que tiene más de 100 hijos a quienes repartirá su herencia por igual

Pavel Durov, cofundador de Telegram

Pavel Durov, cofundador de Telegram / Europa Press/Contacto/La Nacion

Tengo amigos que, hace tiempo, fueron donantes de esperma. Hablan de ello con una mezcla de humor y de inquietud. El humor, por supuesto, proviene de la cámara privada de la clínica, las revistas pornográficas, cierta conciencia de la celeridad con la que debían actuar. Lo comentan como una aventura adolescente que, de hecho, es lo que fue. Cuando eran estudiantes, cobraron una determinada cantidad de dinero y se desentendieron de la donación. Hay mecanismos legales que convierten en imposible seguir lo que podríamos llamar la trazabilidad del producto. El “producto (sic) no tiene derecho a reclamaciones”, dicen los hijos que nacieron de aquellas donaciones. El donante no sabe si su esperma ha derivado hacia la efectividad procreadora y los receptores tampoco tienen noticia de quien es el padre biológico. Las empresas alegan complicaciones legales y afectivas, mientras que los Hijos e Hijas de Donantes, una asociación, denuncian que el negocio justamente estriba en el anonimato.  

En otra parte de mundo, el ruso que fundó Telegram acaba de asegurar que, esparcidos por el planeta, existen más de cien hijos concebidos con el esperma que lleva ofreciendo desde hace quince años. No habla de una cifra exacta, pero especifica que son de al menos doce países diferentes y que piensa incorporarlos a la herencia (más de 17.000 millones de dólares) que también dejará a los seis hijos concebidos de forma convencional, que es una cantidad que, por sí misma, ya es bastante respetable.  

¿De verdad sabe quiénes son? ¿Y cómo sabe que son tantos? Puesto que ha anunciado que hará público su ADN, todo apunta a que trabaja con hipótesis más o menos plausibles, pero vagas. El festival que puede organizarse será fantástico. Muchas madres y padres que optaron por la inseminación artificial pendientes de si su hijo o hija recibe el gordo en esta lotería de la reproducción asistida. No quiero ni imaginar el trabajo del notario. Una vez aclarado el asunto, podrán montar un grupo de Whatsapp que se llame “Todos eran hijos míos”, como en esa tragedia de Arthur Miller.

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