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Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

Director de Información Económica de Prensa Ibérica.

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Cuando Aznar no acertó

Profetizar es un mal negocio, incluso para aquellos que deben tener mejor información que nadie

Felipe González amenaza con dejar de votar al PSOE si el Constitucional avala la ley de amnistía

José María Aznar interviene en la inauguración de la II Academia de la Juventud Madrileña que organiza Nuevas Generaciones de Madrid.

José María Aznar interviene en la inauguración de la II Academia de la Juventud Madrileña que organiza Nuevas Generaciones de Madrid. / EFE

El 16 de febrero de 2022 tuve la oportunidad de dialogar con el expresidente del Gobierno español, José María Aznar, en un acto en el Círculo Ecuestre de Barcelona. Le realicé dos preguntas sobre inminentes temas de actualidad. La primera: «¿Considera que Pablo Casado acabará siendo presidente del Gobierno español?». Respuesta: «Creo que será el nuevo presidente del Gobierno, deseo que lo sea y creo que, cuando lo sea, será un buen presidente». Segunda pregunta: «¿Cree que Vladimir Putin ordenará la invasión de Ucrania?». Aznar, que en su libro 'Retratos y perfiles' recuerda la entrañable comida que tuvo con la familia Putin en su casa, respondió que dudaba que se atreviera a invadir. El 23 de febrero, Casado ya no era el presidente del PP y, un día después, Rusia invadía Ucrania.

Profetizar es un mal negocio, incluso para aquellos que deben tener mejor información que nadie. Imagino, aunque carezco de las pruebas, de que Aznar no conocía el golpe a fuego lento que se estaba gestando contra Casado, hoy embarcado en el sector financiero como recaudador de fondos que inviertan en el sector de la Defensa. Igualmente, tampoco imagino que la antigua buena relación de Aznar con el dictador ruso le permitiera conocer sus objetivos guerreros.

Los expresidentes del Gobierno siempre dan juego para avivar el debate público y meter cizaña o vaselina cuando más necesario es, incluso en el partido político que controlaron con mano de hierro. También saben dar lecciones, con los ojos puestos en el pasado; lecciones que combinan con sus conferencias pagadas por clientes ansiosos de escucharlos o su presencia en consejos asesores de distinta índole. Si son empresas extranjeras, mucho mejor. Y aún más que mejor si las asesorías se realizan a gobiernos latinoamericanos de dudosa respetabilidad democrática.

Aznar hizo cosas muy buenas, fundamentalmente en el terreno de la economía; otras regulares y alguna pésima y siniestra (ay, el apoyo a la invasión de Iraq y las mentiras del atentado terrorista del 11-M del 2004) . Lo mismo le ocurrió a Felipe González, cuyo mandato en 1996 acabó estrellado contra los peores casos de corrupción que haya habido en España y que castigó desde la cúpula del Banco de España hasta la de la guardia civil. José Luis Rodríguez Zapatero vivió de la frívola ilusión de que teníamos el mejor sistema financiero del mundo. Así nos fue. En su haber: negociar el fin de ETA. ¿Mariano Rajoy? Afrontó con valentía los cambios económicos que requería España tras la dura crisis iniciada en 2008; pero ni quiso ni supo enfrentarse al movimiento 'procesista' catalán.

La historia acabará juzgando a todos ellos, con sus claroscuros. Ocurrirá también con Pedro Sánchez, a quien González considera un traidor del socialismo que él creó a propósito de la amnistía a los encausados del procés. No votará al PSOE actual, dijo González esta semana en una entrevista con Carlos Alsina en Onda Cero. Embarcados en plena espiral preelectoral, que nadie cante victoria y espere derrotas. Todo va acelerado. Los virajes pueden ser súbitos. Como las profecías.

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