Opinión | La caja de resonancia
La IA es demasiado simpática y se ríe de nosotros
Se reclaman modelos públicos de IA, pero incluso Alia, la herramienta creada por el Gobierno, muestra “poco respeto” por los contenidos de los que se nutre, como se ha observado estos días en Fonograma, jornadas sobre música grabada

La cantante Maria Arnal, quien junto al Barcelona Supercomputing Center ha creado una voz sintética con IA / Ferran Nadeu
La IA “no sabe qué es la música ni el arte”, repetía la especialista Eva Navarro la semana pasada en Fonograma, jornadas sobre música grabada organizadas por la APECAT (Asociación de Productores-Editores Fonográficos de Catalunya), que tuvieron lugar en el Born. Sí, hay que decirlo, porque los modelos de IA se dirigen a ti de un modo tan llano y simpático que es fácil actuar como si estuvieras hablando con un ser humano, un sabio cordial del que incluso te puedes hacer amigo.
Tratar a la IA como a un interlocutor normal, bromeando con ella y siguiéndole el juego, entraña cierta inconsciencia: 20 años después de que la industria musical se viera al borde del abismo por los efectos de internet y la piratería, ahora se redobla la amenaza. Se calcula que, a causa de la IA, los ingresos de los creadores de música caerán un 24% solo en los próximos tres años. Los modelos de uso común no tienen el detalle de reconocer ni recompensar las fuentes con las que se entrenan y de las que se alimentan cada día. Esto vale tanto para Chat GPT y Open IA como para los generadores de música, Suno o Udio.
¿Es practicable crear un modelo de IA desde el sector público, que reconozca la propiedad intelectual y la gratifique? Lo planteó Maria Arnal en el debate central de Fonograma, ante lo cual, Antonio Guisasola (presidente de Promusicae, la asociación de la industria fonográfica española), replicó que no parece que los gobiernos vayan por ahora bien encaminados. No se refería ya al Reino Unido, donde los creadores (de Dua Lipa a Paul McCartney) llevan meses denunciando las facilidades que Keir Starmer piensa dar a las tecnológicas para hacer y deshacer, sino a España, ya que, según dijo, Alia, el modelo de IA desarrollado por el Ministerio de Transformación Digital, se basa en el rastreo de la Red, tal como hacen Chat GPT y Open IA, sin reconocer las fuentes, excepto si alguien se queja y lo solicita. “De Microsoft, uno puede esperar cualquier cosa”, deslizó Guisasola, “pero del Gobierno de España, uno esperaría un poquito más de respeto”.
En poco tiempo hemos incorporado la IA a nuestro día a día, y es llamativa la inocencia con que lo hacemos. Tiene formas educadas, es servicial y te hace la pelota diciéndote que tus preguntas son muy inteligentes. Como me decía hace unos días Antònia Folguera, comisaria del Sonar+D, no hay que demonizarla: “el Mal” no es la IA, sino las ‘big tech’, las corporaciones que vampirizan la cultura universal y hacen negocio vendiendo nuestros datos, y a las que “estamos dando el alma”.
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