Opinión | Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

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Anécdota y categoría de Sánchez

A estas alturas, el Gobierno es más de estrés y escándalo que de acción gubernamental con el BOE como pizarra

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Ábalos, Sánchez y Cerdán, en febrero de 2020 en el Congreso de los Diputados.

Ábalos, Sánchez y Cerdán, en febrero de 2020 en el Congreso de los Diputados. / ZIPI / EFE

Al PSOE de Pedro Sánchez le va estallando una bomba antitanque a cada paso que da. Tan injusto con la Restauración alfonsina, Ortega dijo que en aquella época el corazón de España llegó a dar el menor número de latidos por minuto. Ahora es todo lo contrario: estamos en la taquicardia del gran susto. A estas alturas, el Gobierno de Pedro Sánchez es más de estrés y escándalo que de acción de gobierno con el BOE como pizarra.

En el caso de Santos Cerdán, el presidente del Gobierno acusó al diputado Rufián de elevar la anécdota a categoría. Son otros tiempos. En realidad, si vamos a los orígenes de esa teoría de la anécdota y la categoría, Eugenio d’Ors dijo que elevar la anécdota –el detalle personal, lo circunstancial- a categoría era acceder a alguna verdad genérica, a una forma de esencia. Quizás por su estilismo posmoderno, Sánchez lo interpreta a su modo: por ejemplo, pretende que la anécdota de los escaños de Sumar se transfigure en una recusación de la OTAN. Algo ha ocurrido en el PSOE desde que pasó del “no” a la OTAN a la incorporación al sistema defensivo de Occidente.

Entre aliados esas cosas se hacen con diplomacia, negociando y no haciendo pública una carta que solo servirá para que los socios atlantistas, tan experimentadoa en las oscilaciones de la política, vean ya a Pedro Sánchez como –según suele decirse- un pato cojo. Incomodar a la vez a los miembros de la OTAN dispuestos a aportar el 5% y a los que con mano izquierda busca una rebaja no le compensará el efecto demoscópico que busca al gallear ante un Donald Trump capaz de cualquier exabrupto. Se podrá sospechar, sin 'y tú más', que los grandes abrazos a Zelenski eran una comedia, otro exceso de impudor, como la célebre retirada para reflexionar durante cinco días en abril del año pasado.

Es difícil que el PSOE puedo autoregenerarse mientras pisa campos minados: dos de sus hombres fuertes están bajo el radar efectivo de la UCO y sus socios parlamentarios ya redactan sus pedidos, leales al principio de que los apuros del vecino son nuestra oportunidad. Y, en el PSOE, los afiliados se están preguntando quién sería su mejor candidato a la presidencia del Gobierno.

Todo lo que está pasando provoca ingentes pérdidas de confianza del ciudadano. Una maquinaria partitocrática como hábitat de la codicia desvergonzada alienta a quienes ofrecen extremismo en Instagram y cohíbe a quienes querrían participar en una política mejor. Los ciudadanos más excitados por el hartazgo prefieren la antipolítica y Puigdemont ve más cerca su amnistía cuando su portavoz en el Congreso de los Diputados dice que Cataluña no es Espanya.

Vivimos tiempos de sospecha y mal ejemplo, de inestabilidad y descrédito. Tras siete años de gobierno, ahora mismo, en pleno desbarajuste institucional, el sanchismo saca del cajón la propuesta de abolir la prostitución como prioridad. Dicho sea de paso: ¿tiene perro José Luis Ábalos?

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