Raphael: más allá del tiempo
Al cantante nadie tiene que contarle ni cantarle de qué va la vida. Ya lo ha hecho él los últimos seis decenios
Sánchez pide "perdón" por confiar en Santos Cerdán, evita concretar su responsabilidad y descarta elecciones
Raphael, impecable en su regreso a los escenarios con un público completamente entregado en Mérida

Raphael vuelve a los escenario en el Teatro Romano de Mérida / EUROPA PRESS REPORTAJES
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Pablo Neruda dejó constancia de una evidencia y por eso certera. La que cada día puede constatar cualquiera de nosotros y Pedro Sánchez el primero.
Evocando los años de Peugeot y carretera, compañeros y anhelos convertidos hoy en cenizas de volcán el presidente, como el poeta, también puede lamentar lo corto que es el amor y lo largo que se hace el olvido. Y todo en medio de una soledad errante reflejada en su rostro desencajado y una mirada que, clamando clemencia, destella ansias de compañía, comprensión y confianza. Probablemente las tres “c” de su desconsuelo que podrían invitarle a escribir los versos más tristes cualquiera de estas noches.
Pero la dureza de la batalla política no contempla tregua y la semana ha seguido hurgando en su herida provocada por fuego amigo. Y haciendo de la necesidad virtud y aplicando su manual de resistencia, dos de sus clásicos, el presidente decidió convertir el ataque en su mejor defensa, potenció el “y tu más” que le caracteriza y dejó perplejos a muchos de sus seguidores, que ni entienden ni aceptan la contraofensiva. Menos aun cuando se trata de asumir responsabilidades por un error de cálculo y vigilancia a quienes menos desconfianza le provocaron, hasta hace escasamente tres años. Pidió perdón, cierto, pero no consiguió el nivel de credibilidad que buscaba para sentirse redimido. Al contrario. Por una parte, socios y aliados no se dieron por satisfechos. Por otra, algunos de los propios recuperaron el plato frío de la venganza por su abandono, se dolieron de las mordidas pero, sobre todo, se avergonzaron del lenguaje soez y casposo con el que los presuntos corruptos describían sus devaneos sexuales. Devolver a la mujer a mero objeto de deseo es antagónico, por esencia, al puño y la rosa.
Por todo esto y mucho más, nadie puede dudar de que la crisis reputacional del PSOE es abismal. Para intentar superarla, la militancia necesita motivos para elevar ánimos y razones para levantar cabeza. La historia del partido así lo exige. Y, al parecer, estos elementos coinciden allí donde se define el campo de batalla. El sector donde buscar a los votantes indecisos que entre decepción y hartazgo acaben optando por el mal menor. Los ciudadanos que, a pesar de todo, siguen pensando que hay más besos y caricias que mala voluntad. Así se lo ha recordado Raphael, con su regreso.
Tras medio año recuperándose de un linfoma cerebral, Miguel Rafael Martos Sánchez (Linares, Jaén, 5 de mayo de 1943) ha elegido el teatro romano de Mérida para darle gracias a la vida y dejar constancia de que él también es un clásico. Sumando sus 82 a los 2.000 del recinto y expandiendo su repertorio más allá de las gradas, los aplausos envolvieron el concierto del reencuentro, los vítores se alternaron con el musitar de sus canciones y el entusiasmo con unas letras adaptables a cualquier circunstancia.
A Raphael nadie tiene que contarle ni cantarle de qué va la vida. Ya lo ha hecho él los últimos seis decenios. Los mismos que este país ha necesitado para cambiar y progresar con sus canciones, como parte de una amplia banda sonora. Tampoco ha sido ajeno a campañas de ridiculización y desprestigio, a los ciclos de sopor y olvido doméstico mientras el mundo seguía ovacionándole. Él, incansable, cantaba “digan lo que digan, los demás”.
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