
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

Jordi Puntí
Jordi PuntíEscritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
El refugio de las bibliotecas
Sin ningún chovinismo hay que celebrar que Catalunya tenga una red espectacular
Barcelona alcanza los 410 refugios climáticos y abrirá cinco bibliotecas para paliar los cierres en agosto

Refugio climático en la Biblioteca El Clot - Josep Benet / Ajuntament de Barcelona
Hace años, cuando pasaba unos días en una ciudad por primera vez, me gustaba visitar dos lugares destacados: un mercado y un cementerio. Tanto el uno como el otro son el reflejo cotidiano del carácter de sus habitantes: el griterío y el silencio, la vida y la muerte. Con el tiempo he añadido las bibliotecas. El silencio vivo, podríamos llamarlo: personas que callan o susurran y conocen el placer de estar solas en compañía. Esta semana, durante una visita a Oviedo, paseaba por uno de sus parques preciosos —el Campo, lo llaman— y entre árboles encontré un espacio lleno de luz, rodeado de verde: la biblioteca La Granja. Entré y me contaron que ese edificio con aires de chalet fue ante todo, a finales del XIX, un quiosco musical; después había funcionado como cabaret y más adelante como guardería, hasta que en 1988 se reconvirtió en biblioteca.
El mundo está lleno de ejemplos como este, lugares que tuvieron varias vidas y al final se ganaron una suerte de jubilación dorada como centros de cultura. En el otro extremo están las nuevas bibliotecas, nacidas para ser mucho más que contenedores de libros: lugares de calma, donde el tiempo va más lento y el estudio convive con el ocio, y sin ningún chovinismo hay que celebrar que Catalunya tenga una red de bibliotecas espectacular. Los ejemplos recientes más citados son la Gabriel García Márquez, en el distrito de Sant Martí, la J.V. Foix de Sarrià o la biblioteca Pilarín Bayés en Vic, pero en los últimos tiempos he pasado unas horas en la Sofía Barat, la Caterina Albert o la Bonnemaison, de Barcelona, y también en Cardona, Sant Joan de las Abadesses, Igualada o Manlleu, y siempre he encontrado la misma buena disposición, esa sensación acogedora que da estar rodeado de libros (y personas leyendo).
Ahora que está empezando a hacer calor del bueno, la biblioteca como refugio climático es un aliciente (o una excusa) más para entrar un rato. En Barcelona habrá cinco que abrirán incluso en agosto —en Ciutat Vella, Nou Barris y Sant Andreu— y, pronostico yo, además sin muchos turistas a la vista.
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