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Una infraestructura básica

Tras llegar al límite de su capacidad y con más operaciones, era ineludible pasar a la acción en el aeropuerto

La propuesta de ampliación del aeropuerto de Barcelona-El Prat reduce en 87 metros la afectación de La Ricarda

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El mirador del aeropuerto de El Prat

El mirador del aeropuerto de El Prat

Después de muchos años de confrontaciones, titubeos, propuestas diversas y diversidad de opiniones sobre la hipotética ampliación del aeropuerto del Prat, finalmente conocemos el proyecto definitivo, presentado ayer por el president de la Generalitat, Salvador Illa, después de haber escuchado el dictamen del comité de expertos y de la comisión técnica, compuesta por representantes de los ejecutivos español y catalán y por Aena. Cabe recordar que una estructura aeroportuaria con mayor capacidad ya se planteó en su momento –en 2007 se mencionaba la necesidad de una dimensión internacional–, no solo como un recurso para contar con más usuarios, sino como un factor ineludible para que Barcelona pasara a ser un 'hub' con más conexiones a nivel transatlántico y sin tener que pasar por otros aeropuertos. 

Los aviones de mayor envergadura y alcance van asociados, de manera inevitable, a contar con una pista que permita despegues en condiciones. Y puesto que la pista larga del Prat, por motivos básicamente acústicos, no puede ofrecer el servicio, solo quedaba plantearse la ampliación de la tercera pista, paralela al mar, con la conocida problemática del impacto ambiental en las zonas protegidas por la red Natura 2000 de La Ricarda y el Remolar.  

Con el tiempo, se ha ampliado el consenso ciudadano sobre la remodelación del aeropuerto, pero siempre han planeado sobre la infraestructura actitudes ideológicas que no han hecho posible la concreción de las obras. Conviene no olvidar que, hasta hoy, no se había dado una convergencia programática que sin duda ha facilitado la resolución final: que el mismo partido político esté instalado en las administraciones que han de gestionar la ampliación sin duda hace las cosas más fáciles. 

La inversión de 3.200 millones de euros implicará no solo el alargamiento de la pista en 500 metros, hasta llegar a los 3.160, sino también una remodelación integral de la T1 y la T2, y la construcción de una terminal satélite, con «máximo rigor técnico y ambición», pero también, como ha recalcado el president, «con máximo respeto por la sostenibilidad». De manera inevitable (aunque con una reducción de 87 metros con respecto a la propuesta inicial de Aena) habrá un impacto ambiental en el Delta del Llobregat, con una afectación de 27 hectáreas de humedales, un aspecto que provocará protestas entre los propios socios parlamentarios del Govern y que tendrá que ser avalado por la Unión Europea. Para preservar la máxima funcionalidad ambiental, el Govern ha asegurado que la propuesta de ampliación, que es «sólida, consensuada y definitiva», procura «la mínima incidencia posible» en el entorno afectado. Para ello, se renaturalizarán 250 hectáreas, y se crearán un anillo verde agrícola en el Prat y un fondo de refuerzo para las zonas de valor ecológico. 

La discusión sobre el aeropuerto del Prat no admitía ya más demoras. Llegando al límite de su capacidad y con perspectivas de incremento de las operaciones, era ineludible pasar a la acción para disponer en el futuro (recordemos que la previsión es para 2033) de unas instalaciones acorde con las necesidades económicas de la ciudad y del país en general. Un proyecto equilibrado y factible en el que la preservación del entorno natural no sea un brindis al sol sino una apuesta clara por la conservación ambiental.