Opinión | Holocausto
Carles Francino

Carles Francino

Periodista

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La propaganda del odio

Ya no se describen hechos ni se defienden ideas; se trata de construir paisajes emocionales donde lo prioritario es identificar un enemigo. Y, sobre todo, deshumanizarlo

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El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, en una imagen de archivo.

El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, en una imagen de archivo. / MAAYAN TOAF / GP / DPA

“Ocurrió....y puede volver a ocurrir”. No será que Primo Levi no nos avisara. Y viniendo de un superviviente del holocausto, que pasó diez meses en un campo de concentración y que relató tan tremenda experiencia en 'Si esto es un hombre', quizás deberíamos hacerle un poco de caso. Para quien aún crea en el poder transformador de las palabras, sepa que esa histórica admonición de Primo Levi abre y cierra una película alemana que me atrevo a recomendar. Se titula 'El ministro de la propaganda', y bucea en la indignidad criminal colectiva que supuso el nazismo a partir de los manejos de Joseph Goebbels. Impacta el uso de imágenes reales que muestran a judíos masacrados y su contraste con las de masas de alemanes enfervorecidos por las arengas de Hitler.

Nunca sabremos si pesaron más las habilidades de un tipejo como Goebbels, capaz de asesinar a sus propios hijos, o la dejadez moral de millones de personas, agarradas a la comodidad de los atávicos prejuicios antisemitas y deslumbradas por un futuro imperial que –afortunadamente- nunca llegó. Lo que está claro es que Goebbels ha tenido alumnos aventajados y hoy disponen de unas armas poderosísimas, como son las plataformas tecnológicas. Ya no se describen hechos ni se defienden ideas; se trata de construir paisajes emocionales donde lo prioritario es identificar un enemigo. Y, sobre todo, deshumanizarlo. Ese fue el gran logro de Goebbels con el Holocausto: convencer a (casi) todo un país de que los judíos no eran personas. La película lo retrata a la perfección. Y ese parece ser también el 'mérito' que Netanyahu y su recua de fanáticos ultrarreligiosos han conseguido con la mayoría de sus compatriotas: que avalen la expulsión/aniquilación de los palestinos.

Hitler apelaba al ideal de pureza de una supuesta raza aria. Los fanáticos israelís invocan el derecho de propiedad sobre una tierra presuntamente sagrada. Mismos perros con distintos collares. Dentro de unos años, alguien rodará otra película para despojar de coartadas a los asesinos. Y para avergonzar a quienes aún no se atreven a denunciarlos ni a combatirlos.

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