Europa se defiende en las ciudades
Si en las fronteras del Este hay una amenaza, en el interior de la UE hay otra no menor que aquella: la quiebra de la cohesión social que puede causar la falta de vivienda asequible
Barcelona abre el debate europeo sobre vivienda

Celebración del Día de Europa en Barcelona , el pasado 9 de mayo / EFE/Toni Albir
Europa se defiende en Budapest, como haremos en la manifestación del Orgullo el 28 de junio, luchando por las libertades amenazadas por el Gobierno ultraderechista de Hungría. Y también en Barcelona, Roma, París, Varsovia y tantas ciudades europeas que nos negamos a permanecer impasibles antes los grandes desafíos actuales, el más acuciante de los cuales es el insoportable encarecimiento de la vivienda.
Europa se defiende en las ciudades. La extrema derecha extiende sus tentáculos, excita el malestar social y saca tajada de las brechas y las desigualdades económicas y sociales. La Unión Europea tiene tres pilares fundacionales: paz, democracia y bienestar. Si este contrato social flaquea, Europa pierde pie. Creo en el poder de las ciudades para frenar el retroceso hacia el abismo del pasado.
Las ciudades son los baluartes de la Europa del progreso y las libertades. Este fue el mensaje que lanzamos desde la Piazza del Popolo de Roma el 15 de marzo y que reiteramos en la Plaça de Sant Jaume el 9 de mayo, junto a decenas de alcaldes de toda Catalunya.
Europa necesita reconectar con las ciudades, con sus necesidades reales (la vivienda en primer lugar, pero también el clima, la movilidad, la prosperidad compartida…) y con su dinamismo y su capacidad de integración.
Es en las ciudades donde los europeos pueden experimentar qué significa pertenecer a este proyecto común. Por eso, cuando hablamos de una Europa próxima, hablamos de reconectar la UE con la ciudadanía desde las realidades locales.
Barcelona quiere participar activamente en las instituciones europeas, queremos incidir en ellas. Esta es nuestra tradición, siempre nos hemos sentido parte activa del proyecto europeo. Pero, durante demasiado tiempo, la ciudad había dejado perder el protagonismo europeo que caracterizó la época del alcalde Maragall. Hoy lo recuperamos con determinación.
Barcelona vuelve a Europa con un propósito. Vamos a conseguir que las necesidades de las ciudades sean una prioridad de las instituciones europeas.
Por primera vez desde 1986, cuando fuimos ciudad fundadora, Barcelona lidera Eurocities, la principal red de grandes ciudades europeas, que incluye 212 urbes de 39 países con 150 millones de ciudadanos.
Ya estamos ejerciendo ese liderazgo en la alianza Mayors for Housing, que impulsamos junto a 16 ciudades como París, Roma, Ámsterdam, Lisboa, Atenas o Dublín. Nuestro mensaje es nítido: sin derecho a la vivienda no hay proyecto europeo viable. Si en las fronteras del Este hay una amenaza, en el interior de la UE hay otra no menor que aquélla: la quiebra de la cohesión social que puede causar la falta de vivienda asequible.
El Comité de las Regiones adoptó semanas atrás un dictamen propuesto por Barcelona sobre la necesidad de que las ciudades tengan un rol protagonista en las políticas de vivienda. Puede parecer algo técnico, pero es revolucionario. Significa que Europa reconoce que las ciudades no somos meras ejecutoras de políticas decididas en niveles superiores, sino actores decisivos en la provisión de soluciones.
Este mensaje debe permear en el nuevo presupuesto europeo, que empezará a discutirse en agosto.
Alguien podría preguntarse por qué habría de importarle esto a los barceloneses. La respuesta es doble. Europa son valores y son recursos. Necesitamos reforzar nuestros derechos y libertades, ahora más que nunca frente al auge del populismo, y necesitamos recursos para afrontar los grandes retos urbanos: vivienda, acción climática, cohesión social, competitividad.
Incidir en Europa significa dos cosas: defender los intereses de Barcelona y defender los valores europeos, que son los nuestros. Cuando Barcelona habla, Europa escucha. Por tanto, debemos hablar más, es decir, influir más.
Somos una ciudad europeísta que quiere volver a liderar la Europa de la proximidad. Una Europa que no se construye desde Bruselas hacia abajo, sino desde las realidades urbanas hacia arriba. Una Europa que entiende que la democracia se practica primero en los ayuntamientos, que la integración se vive en los barrios, que la solidaridad se construye en la gestión cotidiana de la diversidad.
Las redes de ciudades son decisivas para el futuro del proyecto europeo. No porque las ciudades queramos competir con los estados, sino porque ofrecemos algo que los estados, por sí solos, no pueden proporcionar: proximidad, innovación, cooperación, capacidad de experimentación y, sobre todo, legitimidad democrática cotidiana.
Barcelona regresa a la primera línea activa del europeísmo en un momento crucial. El proyecto europeo necesita aires nuevos, necesita reconectar con la ciudadanía, necesita demostrar que puede dar respuestas a los problemas reales de la gente. Las ciudades podemos liderar esta renovación.
Barcelona está preparada para asumir este liderazgo. Porque cuando las ciudades lideramos, Europa gana. Y cuando Europa gana, Barcelona gana.
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