Opinión | Conferencia de presidentes
Ernest Folch

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Editor y periodista

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Madrileñismo en Barcelona

A medida que se estrecha el cerco sobre la presidenta madrileña y aparecen datos más comprometedores sobre sus casos de presunta corrupción, Ayuso se ve obligada a aumentar proporcionalmente el volumen de sus astracanadas

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Ayuso saluda a Pedro Sánchez antes de iniciarse la reunión de la Conferencia de Presidentes

Ayuso saluda a Pedro Sánchez antes de iniciarse la reunión de la Conferencia de Presidentes / FERRAN NADEU

Este ente viscoso de origen político, mediático, judicial y económico llamado madrileñismo que tiene por objeto el control y conquista del poder en España a cualquier precio es fácil de reconocer pero no de definir. Tiene su sede física en Madrid, pero sobre todo la espiritual: confunde Madrid con España y quizás con todo lo demás. Sus enemigos son el independentismo, el izquierdismo y cualquier movimiento que reivindique algún derecho nacional, social o identitario, pero su anticristo de verdad es, por supuesto, Pedro Sánchez y por extensión el sanchismo. De ahí que este ente viscoso esté tan sobreexcitado desde aquel 23 de julio de 2023, en el que volvió a descubrir que se le venía encima otra legislatura y se conjuró para que a partir de aquel momento cada día fuera un Vietnam. El madrileñismo necesita ruido y agitación permanente, por eso empuja a Feijóo a convocar manifestaciones y por eso empuja a Ayuso a dinamitar con su circo la reunión de presidentes autonómicos. Hasta ahora, el madrileñismo se quedaba siempre en Madrid. Este viernes, a la manera de una franquicia, se exportó experimentalmente a Barcelona. Como si fuera la fugaz visita de un monstruo anacrónico, por un día la mala educación, el histrionismo y el delirio trumpista tomaron una ciudad nada acostumbrada a ser invadida por el fango. En pocas horas la presidenta madrileña logró inventarse un incidente con una ministra, levantarse como una energúmena racista cuando alguien hablaba en una lengua que no fuera el castellano y convertir una reunión de trabajo en un histérico 'show' mediático. Puede que efectivamente lograra lo que quería, es decir, quedarse el protagonismo y la agenda política de la jornada, pero fue demasiado evidente que estaba tirando una fenomenal cortina de humo. A media mañana, cuando los presidentes todavía estaban reunidos, la jueza que investiga al novio de Ayuso citaba como investigada a la esposa del presidente de la corporación de salud por el reparto de las comisiones por las mascarillas. Y es que, a medida que se estrecha el cerco sobre la presidenta madrileña y aparecen datos más comprometedores sobre sus casos de presunta corrupción, Ayuso se ve obligada a aumentar proporcionalmente el volumen de sus astracanadas. Así funciona el madrileñismo: el ruido se tapa con más ruido, la porquería con más porquería. La presidenta intentó durante unas horas inocular el madrileñismo tóxico en el oasis del Palacio de Pedralbes, delante del Rey y bajo la mirada algo avergonzada de sus compañeros de partido, conscientes de que tarde o temprano la riada de porquería se los puede llevar por delante. Más que una bomba política, pareció por momentos un 'show' grotesco destinado a tapar sus problemas domésticos. El madrileñismo funciona estupendamente en Madrid, cuando está arropado por todo el entramado mediático que vive de sus propios ventiladores. Pero sacado de su ecosistema natural, y exportado a la lejana Barcelona, se transforma en un 'vodevil' ridículo al que se le ven todas las costuras. 

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