Opinión | Conferencia de presidentes
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Hipotecar el futuro de España

Que el Gobierno y los presidentes de las 17 comunidades autónomas no sean ni siquiera capaces de acercar posiciones en los grandes temas que preocupan a los ciudadanos es una tragedia

Concluye la Conferencia sin acuerdo y certifica la guerra de los presidentes del PP y Sánchez

Illa hace un balance "positivo" de la cumbre pese a la falta de acuerdos y pasa de puntillas por la financiación singular

Moreno saluda a Salvador Illa a su llegada a la Conferencia de Presidentes.

Moreno saluda a Salvador Illa a su llegada a la Conferencia de Presidentes. / David Zorrakino / Europa Press

La falta de acuerdos de la Conferencia de presidentes es un drama cuyas consecuencias van mucho más allá del juego político inmediato. Se equivocan todos sus protagonistas –el gobierno y los presidentes del Partido Popular– si consideran que este fracaso solo se traducirá en avances o en retrocesos electorales. Que el Gobierno de España y los presidentes de las 17 comunidades autónomas no sean ni siquiera capaces de acercar posiciones en los grandes temas que preocupan a los ciudadanos es una tragedia. Ni la vivienda, ni la gestión de las migraciones, ni la educación, ni ninguna de las políticas que preocupan a la mayoría han sido objeto de debate sereno y, aún menos, de los consensos necesarios. Ni siquiera la revisión de la financiación autonómica, que tanto preocupa a los presidentes, ha sido objeto de acercamiento. ¿En qué quedará esta XXVIII conferencia de presidentes para el gran público? Sería una ironía que pasara a la historia como aquella en la que Isabel Díaz Ayuso abandonó la sala cuando uno de los presidentes se dirigía a sus colegas con la lengua que es cooficial en su comunidad. Sería otro error centrar el significado de este fracaso en esta actitud disruptiva, que no fue secundado por ningún otro presidente del PP. Bloquear toda capacidad de acuerdo es mucho más grave: supone la incapacidad de abordar los problemas de España de acuerdo con el texto y el espíritu del artículo VIII de la Constitución, aquel que define la organización territorial del Estado.

Puede que la crítica a la escasa preparación previa del debate, por parte del Gobierno, tenga fundamento. Sin embargo, no justifica la actitud de extralimitación adoptada por el Partido Popular y asumida por sus presidentes. Por mucho que la palabra de todos sea libre, una cumbre de esta naturaleza no es el lugar para intentar forzar la convocatoria de elecciones. Atribuirse este papel mientras se critican los intentos del Gobierno de llevar a España hacia el federalismo sería una paradoja irónica si no fuera una desdicha. Ni siquiera en un Estado federal es esta una competencia de los actores subestatales. La equivocación del PP no está en tocar a rebato contra Sánchez. Está en dejarse llevar por Vox contra el título VIII de la Constitución, algo que choca con la vocación de un partido que aspira a gobernar.

Se pueden tener opiniones muy dispares sobre quien tiene más o menos responsabilidad en el clima de polarización que se ha instalado en el país. Es tan profundo este clima que pretender soslayarlo en lo que se refiere a algunas políticas concretas resulta ingenuo. Pero el título VIII de la Constitución no es una de estas políticas. Es el fundamento de la convivencia entre los pueblos y nacionalidades que existen en España. Ponerlo en cuestión sería tanto como arremeter contra la existencia de la Unión Europea porque no nos gusta su afán regulador. Sin la UE, Europa podría volver a ser pasto de sus fantasmas. Sin el título VIII de la Constitución, España también podría hipotecar su futuro. 

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