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Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

Director de Información Económica de Prensa Ibérica.

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Equilibrios autonómicos

Establecer un criterio y unas fórmulas de financiación que pueden variar con el paso del tiempo es el debate más complejo del sistema

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Raquel Serrano

Una de las grandes virtudes del sistema político español es su descentralización administrativa. Acerca la toma de decisiones a los ciudadanos y permite una sana competencia fiscal entre territorios. Para que funcione deben establecerse unas reglas de juego transparentes, en las que debe quedar bien claro qué se gasta, cómo se gasta y de dónde proceden los ingresos. La auditoría presupuestaria debe ser radical. Debe haber límites de endeudamiento y especificar, sin ambigüedades, cuáles son los riesgos económicos y políticos no asumibles. Hay elementos de la unidad de mercado que no pueden cuestionarse. Por racionalidad, igualdad y eficiencia administrativa.

Gobernar un Estado descentralizado no federal como el español no es fácil. No todo está reglado y las sensibilidades identitarias marcan la agenda de algunas de las autonomías. Desde sus principios, las velocidades y el nivel de competencias asumidas han sido distintas dependiendo de cada autonomía. Incluso hubo alguna que en el pasado remoto tuvo un Gobierno que buscó la independencia y obligó a que el Estado interviniera. También han sido distintas -y siguen siéndolo- las características económicas de cada zona. Los problemas de Asturias ni han sido ni son los de Murcia o de Baleares. Y esto ha afectado a las estrategias presupuestarias. No es lo mismo tener una estructura económica dependiente de industrias en declive que del sector agroalimentario o el turismo.

Establecer un criterio y unas fórmulas de financiación autonómica que pueden variar con el paso del tiempo es el debate más complejo del sistema. Las asignaciones financieras que da el Estado deben repartirse más allá de la población o la superficie de territorio. Bajo la bandera de una mal entendida solidaridad, en muchas ocasiones este sistema ha premiado más a quien gestiona mal que a quien ha gestionado bien. Qué bien estaría tener un organismo autónomo que premiara al buen gestor político, municipal o regional, independientemente de las siglas del partido político al que representen. Tiene mucho más mérito quien, desde la cola, haya progresado más en menos tiempo, que el que empezó en las primeras posiciones y ha visto como el nivel de renta de sus ciudadanos ha ido perdiendo peso. Las autonomías exitosas lo son porque unen lo mejor de ambos mundos: ofrecen incentivos para invertir y son capaces de garantizar un buen sistema educativo, sanitario, cultural, unido a la seguridad y a unas buenas infraestructuras.

La conferencia de presidentes autonómicos celebrada hoy en Barcelona sirvió para la foto y para que alguna presidenta montara su particular circo para llamar la atención. Poco más. Después, cada uno a su terreno. En Rioja les preocupa el futuro del sector del vino; en Baleares cómo lidiar la temporada estival; en Canarias padecen la tragedia de las migraciones; Extremadura quiere más y mejores infraestructuras; Aragón sigue apostando por sus centros de datos; y las Castillas quieren enfrentarse a la despoblación. ¿Otras? Cuanto más nos dejen en paz, mucho mejor.

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