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El BCE aspira a la estabilidad

La autoridad monetaria sitúa los tipos en una franja neutral, una vez logrado el objetivo de contener la inflación

Lagarde durante una comparecencia ante el BCE

Lagarde durante una comparecencia ante el BCE / EFE

El consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE) aprobó ayer un nuevo recorte en los tipos de interés de la zona euro de 0,25 puntos porcentuales. Tras ocho rebajas en un año, el precio del dinero ha pasado del 4% en el que se mantuvo entre septiembre de 2023 y junio de 2024 al 2%. Una cota a partir de la cual, dejó entender claramente ayer la presidenta del BCE, Christine Lagarde, no pueden esperarse grandes rebajas adicionales, a lo sumo otro 0,25% en lo que queda de año, y en cualquier caso no de forma inmediata.  

La autoridad monetaria emite así un mensaje de objetivo cumplido, una vez se ha conseguido contener la inflación en el 2% tras el shock provocado por la crisis energética que desencadenó la guerra de Ucrania y al mismo tiempo no ha llegado a ser necesario regresar a una política de tipos agresivamente bajos gracias a la resistencia de las economías de la zona euro a pesar de la presión que infligieron el incremento de precios y el encarecimiento del crédito. 

Con los tipos de interés fijados ayer, el BCE se instala, y en principio con voluntad de permanencia, dentro de la banda (entre el 2,25% y el 1,75%) en que los técnicos del BCE consideran que su política monetaria es neutral, sin especial peligro ni de frenar la actividad económica ni de alimentar la inflación, con una razonable remuneración del ahorro pero sin abrir de nuevo el acceso al crédito fácil. Un horizonte de estabilidad que en lo que va de siglo solo pudo mantener entre 2001 y 2006: desde entonces se han sucedido una subida de tipos previa al estallido de la burbuja y la crisis financiera global de 2008, una inusualmente prolongada era de tipos cero o incluso negativos desde entonces hasta 2022 y un brusco incremento a partir de ese momento, una vez a la crisis de la pandemia le sucedió el drástico repunte de la inflación y al que ha sucedido un aterrizaje controlado.

El panorama internacional no parece, con todo, augurar un periodo de estabilidad, sino más bien lo contrario. La volatilidad de la política de comercio internacional de Donald Trump, la realineación de las alianzas económicas y estratégicas en todo el globo y el temor a que en un escenario de nuevo desorden mundial cualquier otro conflicto regional se sume a los de Ucrania y Oriente Próximo, sin visos cercanos de pacificación, pueden convertirse en cualquier momento en detonantes de un cambio de ciclo económico.

La autoridad monetaria europea, en palabras de Lagarde, considera que tras las últimas rectificaciones se encuentra en una «buena posición para navegar las condiciones de incertidumbre que se avecinan», con margen para reaccionar en caso necesario.

 La incertidumbre sobre el resultado de las negociaciones arancelarias entre la Unión Europea y Estados Unido, con una nueva deadline fijada en el próximo 9 de julio, obliga a tomar todas las cautelas. Aunque con el mantenimiento de la previsión de crecimiento económico para este año y el mínimo recorte de una décima para el próximo, el BCE parece apostar a que, como ha acabado sucediendo con la práctica totalidad de las negociaciones que Trump está manteniendo con el resto de grandes bloques comerciales, la sangre no llegue al río. Si no se trata de un pronóstico, sí se trata por lo menos de una aspiración, sometida a las veleidades de un personaje imprevisible.