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Opinión | Talento
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Aprovechar las disrupciones 'trumpistas'

Para atraer a investigadores de EEUU habría que hacer entender que las ganancias a largo plazo compensarán la desigualdad que la brecha fiscal imponga en el corto

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Estudiants al campus de la Universitat de Harvard,  a prop de Boston. | JOSEPH PREZIOSO / AFP

Estudiants al campus de la Universitat de Harvard, a prop de Boston. | JOSEPH PREZIOSO / AFP

Las disrupciones 'trumpistas' en la realidad económica vigente de los países y en el orden mundial en general están siendo enormes. No sabemos cómo acabarán (parece que ni el propio Trump lo sabe), pero el ‘tablero’ internacional ha sido sacudido, y ya veremos cómo se reordena el nuevo puzzle resultante.

Estos días observamos sorprendidos el ataque de Trump contra las universidades, los fondos de investigación y los estudiantes e investigadores foráneos, que parece que puede forzar el inicio de una diáspora del talento. Aquello que habían logrado los Estados Unidos en el pasado, despacio y con un 'brain drain' espectacular, incentivado por condiciones laborales, regulatorias y fiscales favorables, parece ahora que se tira por la ventana. Y algunos países europeos, y el nuestro en particular, Catalunya, querrían abrir los brazos a la recuperación de aquel talento migrado y acogerlo. Es obvio que, para hacer atractiva esta estrategia, un sistema fiscal de fuerte discriminación positiva para estos 'expats' lo favorecería. Quienes lo proponen argumentan piezas de legislación de aquí y de allá que, puestas juntas, llegarían a la subvención y a la exención total de impuestos. Se justificaría, aducen, por la gran capacidad que darían los efectos multiplicadores de esta acción en rentas futuras, con creación de puestos de trabajo cualificados, nuevos emprendimientos y otros efectos de arrastre comerciales, generando algunos 'clústeres', por aquello que ‘piojos crían piojos’. La aceptación de esta fiscalidad es, de momento, difícil, en una economía como la nuestra -de fuerte dicotomía entre trabajadores bien y mal pagados, con una dualización creciente de acceso a los servicios de alta y de baja productividad, y afectada por el elevado coste de la vivienda. Se trataría de hacer entender que las ganancias a largo plazo compensarán la desigualdad que la brecha fiscal imponga en el corto. Tenemos, además, instalada la disrupción de la competencia fiscal dentro del Estado, que permite practicar territorialmente lo contrario a aquello que predica externamente a la Unión Europea: competencia, versus la armonización predicada; conflicto, versus la cooperación deseada. Y lo hace no por la atracción de talento, sino por el llamamiento de bases de riqueza y patrimonios, por oscuros que sean sus orígenes, en un juego de suma cero en que unos ganan aquello que pierden otros. Pongamos que hablo de Madrid. Los anticuerpos de aquellas rebajas fiscales, ahora argumentadas para recuperar talento, caen así en tierra quemada por los ideólogos de la desigualdad entre españoles; a pesar de participar de una idea nacional única que, además, es ‘cohesionada’.

¿Qué puede hacer Catalunya, en esta disyuntiva? Primero, mostrar la potencia que ya tiene, en universidades y centros de investigación, con una importante presencia en las redes internacionales del conocimiento. No tiene que improvisar nada, simplemente anclarlo mejor. Segundo, ofrecer desde nuestras administraciones educativas, profesionales y de la ciencia, para este sector, un marco estable con cierto consenso aceptable para los partidos nacionalistas españoles. Este es, posiblemente, el ámbito en que menos pueden competir los partidos entre sí; sin los 'hooligans 'de los medios de comunicación, que desconocen en gran medida el abecé de la ciencia y no ven nada, más allá del corto plazo. En tercer lugar, hay que poner en valor los servicios personales logísticos de apoyo: una asistencia pública y privada que funcione; seguridad y orden en las calles; movilidad aceptable y cierto capital social. Catalunya puede presumir un poco de cada una de estas cosas; no las tiene que inventar, sino simplemente favorecerlas. Para apalancarlas y mejorarlas, es hora de superar la financiación territorial actual, acabando definitivamente con el drenaje fiscal y, así, no exigiendo, para aquel bienestar, ni un mayor gasto ni nuevos impuestos. El envite de la tradicional disyuntiva ‘o cañones, o mantequilla’ está, hoy, sobre la mesa del Estado, y la decisión la marca desde fuera el propio Trump, con aquello de que la seguridad y la defensa ‘van primero’. Busquemos, pues, ser país de 'mantequilla', que ya se ha ordeñado bastante la vaca.

Quizás con esta estrategia la gente que se esfuerza del país pueda ver en la cara del científico recuperado y del emprendedor devuelto una cara más amable que la del español que, por motivos fiscales, se localiza en Madrid, Murcia o País Vasco, para engordar su bolsillo sin hacer a la ciudadanía partícipe de ninguna ganancia colateral.

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