Opinión | Gaza
Ernest Folch

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Editor y periodista

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Israel ya ha perdido

A corto plazo, Netanyahu no dejará de intentar destruir Palestina, pero va perdiendo algo muy trascendente llamado legitimidad. Podrá ganar la guerra militar, pero ya ha perdido la guerra moral

Fotografía de la entrevista en la que Emmanuel Macron critica a Binyamín Netanyahu

Fotografía de la entrevista en la que Emmanuel Macron critica a Binyamín Netanyahu / LUDOVIC MARIN / AFP

Sí, el Gobierno asesino de Israel avanza en sus objetivos y poco a poco logra lo inimaginable: aniquilar al pueblo entero de Palestina y, en su defecto, expulsarlo de su propia tierra. La humanidad asiste perpleja al primer genocidio de la historia retransmitido en directo, con todas sus salvajes variantes: desde tirotear impunemente a diplomáticos de todo el mundo al bombardeo indiscriminado a la población civil pasando por el bloqueo de alimentos básicos o al asesinato selectivo de periodistas. El mal aparece en todas sus variantes: a veces se asesina a niños a plena luz del día, a veces se vulnera olímpicamente el derecho internacional, otras se mata de hambre y sed a familias enteras. Sin embargo, en medio de la barbarie fascista de Netanyahu y de sus cómplices sátrapas empieza a aparecer alguna luz de esperanza. Y es que en la opinión pública europea se abre hueco, cada vez con más fuerza, la idea indiscutible de que no solo estamos ante un genocidio o asesinato en masa industrializado, sino que además sus responsables deberán pagar muy caro por ello: será pronto o será dentro de unos años, pero terminarán rindiendo cuentas por sus crímenes contra la humanidad. En segundo lugar, la estrategia de Israel de tildar de antisemitas o de cómplices con el terrorismo a sus críticos, sean políticos, columnistas o instituciones como Harvard, se ha terminado girando en contra suya como un bumerán, puesto que han dejado de ser mínimamente creíbles. Y en tercer lugar, y a medida que Israel se va quedando solo, ha sucedido quizás lo más trascendente: a Netanyahu ya solo lo defiende y lo reivindica la extrema derecha mundial, una minoría de ricos con intereses inconfesables y unos cuantos opinadores sobornados, fanatizados o ambas cosas a la vez. Poco a poco la gente adulta es capaz de diferenciar entre el respeto necesario a la cultura judía y la condena al sionismo enloquecido, en una posición parecida a la que en Israel defiende meritoriamente el periódico 'Haaretz'. Lo señalaba Owen Jones en 'The Guardian' y lo empieza a verbalizar un periódico tan poco sospechoso de ser antisemita como 'The New York Times': algo muy profundo ha empezado a cambiar con Israel en la opinión pública europea y mundial. El sentimiento de culpa que arrastran países como Alemania respecto a la gran atrocidad del Holocausto, que hasta hoy ha actuado como bloqueante de cualquier condena política, ha empezado a ceder ante las atrocidades que perpetran a diario sus soldados en Gaza. Incluso el manido argumento de que Israel es la única democracia de la región ha dejado de ser un escudo protector, puesto que matar a civiles inocentes, bombardear hospitales o retener la ayuda humanitaria para la población civil es igual de atroz lo haga un dirigente democrático o un dictador. Cierto: a corto plazo, Netanyahu no dejará de intentar destruir Palestina, puesto que él subsiste políticamente gracias a su propia brutalidad, pero poco a poco va perdiendo algo muy trascendente llamado legitimidad. Podrá ganar la guerra militar, pero ya ha perdido la guerra moral. Ahora solo queda que nuestros sionistas, que desde hace tiempo han optado por ponerse de perfil, tengan el valor de reconocer que la defensa de Israel debe ser compatible con la condena inequívoca a su Gobierno homicida.

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