Opinión | INTERNACIONAL

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Periodista.

Rusia será siempre un enemigo, confesó el nuevo ministro alemán de Exteriores

Hay que acusar a Moscú de querer no sólo prolongar la guerra de Ucrania para evitar que este país entre en la OTAN sino de reconstituir el viejo imperio zarista o la Unión Soviética

El presidente ruso, Vladímir Putin, se reúne con el gobernador de la región de Leningrado, Alexander Drozdenko, en el Kremlin de Moscú, Rusia, el viernes 28 de marzo de 2025.

El presidente ruso, Vladímir Putin, se reúne con el gobernador de la región de Leningrado, Alexander Drozdenko, en el Kremlin de Moscú, Rusia, el viernes 28 de marzo de 2025. / Vyacheslav Prokofyev, Sputnik, Kremlin Pool Photo vía AP

"Rusia será siempre para nosotros un enemigo", confesó el ministro de Exteriores de la nueva coalición alemana, el cristianodemócrata Johann Wadephul, meses antes de ser designado para el cargo por el canciller Friedrich Merz. Wadephul cayó en la trampa telefónica que le tendió un par de humoristas rusos, que se hicieron pasar por estrechos colaboradores del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

Ese tropezón no le impidió ser designado sucesor de la la verde Annalena Baerbock, la de la "política exterior feminista", cuyos repetidos tropiezos diplomáticos fueron el hazmerreir de propios y extraños. La rusofobia, que no hay que confundir con putinofobia, sino que es algo más profundo, parece marcar la política del país que pretende liderar Europa.

Convertir en eterno enemigo a un país vecino, el de mayor extensión del planeta, abundante en recursos naturales además de una potencia nuclear, es imperdonable para un diplomático. Y tremendamente peligroso para todos. Pero no importa. Se trata de debilitar a Rusia, de hacerla sangrar, como dicen los halcones a ambos lados del Atlántico. Y para ello, todos los métodos son buenos. Hay que acusar a Moscú de querer no sólo prolongar la guerra de Ucrania para evitar que este país entre en la OTAN sino de reconstituir el viejo imperio zarista o la Unión Soviética.

El otro día uno escuchó por radio a un ex alto mando alemán de la Alianza Atlántica mostrarse optimista sobre las posibilidades de derrotar a Rusia, de provocar su ruina económica e incluso el derrocamiento de Putin por su propio pueblo. Hay otro general alemán retirado, Harald Kujat, que presidió entre 2002 y 2005 el comité militar de la OTAN y, por el contrario, defiende la apertura de negociaciones con el Kremlin como única solución para Ucrania, pero no se le invita a los debates en la televisión pública o a escribir en los medios.

En ellos participan siempre los mismos políticos, los mismos expertos militares, los mismos periodistas, todos atlantistas, que insisten en que hay que aislar a Rusia, no dejarla siquiera respirar y recomiendan para ello endurecer todavía más las sanciones.

De nada sirve que las pocas voces razonables que se expresan en los medios digitales alternativos insistan en que las sanciones sólo han servido hasta ahora para perjudicar a la propia Europa, que carece de recursos naturales y ha de comprar la energía mucho más cara. "Es locura hacer una y otra vez lo mismo y esperar un resultado diferente". Es una fase atribuida a Albert Einstein aunque tal vez sea apócrifa. Pero no importa.