Gritos, humo y jolgorio
Ahora hablaríamos de crisis en el Barça, pero resulta que bailamos con la euforia de un presente deportivo brillante y de un futuro más estimulante aún
Locura por el Barça campeón en las calles de Barcelona en una rúa multitudinaria

La rúa del Barça por las calles de Barcelona / Zowy Voeten
Este Barça victorioso, joven y atrevido, ha celebrado como hacía tiempo que no veíamos la Liga y todos los demás trofeos que ha conseguido en una temporada que, al principio, se parecía más a una travesía del desierto que a una marcha triunfal. Lo que dijo Martí Perarnau (la característica definitiva del equipo es que "no tienen miedo") se ha convertido en el emblema que la Providencia ha enviado a un club que, de no llegar a ser por los éxitos del fútbol, habría tenido que navegar, más aún, por mares procelosos.
Ahora hablaríamos de crisis (de las que fueran: el nuevo estadio aún sin fecha, los recortes en las secciones, las dudas sobre la financiación a largo plazo...), pero resulta que bailamos con la euforia de un presente deportivo brillante y de un futuro más estimulante aún. El deporte es así: las derrotas enturbian cualquier discurso y las victorias lo ensalzan hasta el paroxismo.
Sin embargo, en las celebraciones ha habido dos detalles que han hecho chirriar los engranajes de la máquina festiva. Los gritos estridentes de la plantilla al llegar a la ciudad deportiva, es decir, el cántico de los jugadores revestidos de 'hooligans' contra el Espanyol; y la exhibición pública del fumador Szczesny, blandiendo lánguidamente un habano o un cigarrillo electrónico que vapeaba (me parece que se dice así) ostensiblemente en lo alto del autocar.
No quiero ejercer de moralista. Por varias razones: porque que cada uno haga lo que quiera, porque yo mismo soy fumador y porque es cierto que, en un ambiente de fiesta, los jóvenes se sueltan y los viejos lo miran desde la distancia y no piensan que tengan que ejercer de faro. Sin embargo, estas dos imágenes van en contra de decenas de campañas sobre el fútbol y las virtudes que esconde. No pasa nada, pero pongamos algo de sordina en los excesos del sentimentalismo. Sólo a modo de información: hemos pasado de aquel Johan Cruyff (antiguo fumador en las medias partes) que hacía toques con un paquete de tabaco y lo enviaba al quinto pino a la impudicia (tan simpática, ¿verdad?) del humo del portero polaco.
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