Opinión | El mar alrededor

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

La sonrisa de las Glòries de Barcelona

La magia del nuevo parque de Barcelona está en la integración de espacios sin perder el respeto por los paseantes, y así es como debería diseñarse el futuro urbano de toda ciudad, con equilibrio y atención para las distintas tribus que habitan el espacio.

Nueva zona verde  Los vecinos abarrotan las nuevas Glòries en su inauguración a pesar de la lluvia

Nueva zona verde Los vecinos abarrotan las nuevas Glòries en su inauguración a pesar de la lluvia / Irene Vilà Capafons

El nuevo pulmón verde de Barcelona tendrá mucho más verde cuando los árboles crezcan y la densidad de la vegetación alcance su esplendor, pero lo que sí tiene es un corazón infantil que bombea con toda la fuerza desde las Glòries: las zonas de juegos, con toboganes en una estructura circular y una especie de piscina para chapotear, hacen las delicias de niños y no tan niños. Lo llamaríamos mejor la sonrisa de las Glòries, y todo aquel que se acerca se gana un trocito de ilusión. La magia del lugar está en la integración de espacios sin perder el respeto por los paseantes, y así es como debería diseñarse el futuro urbano de toda ciudad, con equilibrio y atención para las distintas tribus que habitan el espacio. 

   Pienso en este pequeño gran milagro de las Glòries cuando el plan de barrios del Govern en Catalunya afronta una nueva vida y los presupuestos participativos de Barcelona, aquellos que votan los vecinos, apuntan las actuaciones preferentes para los próximos años. Si la última década se ha centrado en abrir espacios verdes y zonas comunes amables para esponjar los barrios, los años que vienen estarán más volcados en la rehabilitación de viviendas y mejoras de pisos sociales, y así ha de ser. Por eso los espacios ya ganados para la convivencia, desde los ejes verdes hasta los patios de manzana, son joyas que hemos de proteger y ampliar allá donde tengamos oportunidad. 

   Los presupuestos participativos hablan por sí solos: de los 77 proyectos ganadores, 35 están orientados al bienestar de los niños y adolescentes con la adaptación de los patios escolares y sus entornos, equipamientos deportivos o reformas que garantizan zonas de juego y sombreadas ante las altas temperaturas de buena parte del año. Muchos de estos patios se convierten en refugio climático también para vecinos de todas las edades, cuando llega el calor, y de entre los espacios no exclusivamente infantiles, la mayoría de proyectos plantean la reforma en positivo de áreas urbanas de convivencia intergeneracional..

   El impulso de ciudades cada vez más amables ganó este año el premio Pulitzer, a través del reconocimiento de una serie de reportajes del medio CityLab de Bloomberg centrado en difundir la existencia de proyectos urbanísticos en consonancia con este modelo urbano, el que piensa en niños y familias, en un uso compartido por todos los segmentos de la población. Si las superillas se estudian como plan ideal en universidades de latitudes tan lejanas como Australia, el Pulitzer premió una serie de reportajes de la periodista Alexandra Lange centrados en otras experiencias sobre todo de Estados Unidos. En algunos habla de las estrategias de zonas urbanas como Filadelfia, Queens o Nueva Jersey para dar oxígeno a las familias con viviendas pequeñas y abrir zonas verdes en su entorno, peatonalizar avenidas y dar un fin de intercambio social a espacios no destinados a ello. En otros cuenta la recuperación de patios interiores de bloques de viviendas como forma de socialización para las familias con niños. Modelos de vida aún por empujar en muchos puntos del mundo.

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