Opinión

Carlos Parry Lafont

Carlos Parry Lafont

Presidente APRI y director senior de LLYC

Efímero vs. Compromiso

Hemos pasado de la política a golpe de tuit a una política-espectáculo donde los desplantes y las broncas se retransmiten en directo

El hemiciclo del Congreso de los Diputados

El hemiciclo del Congreso de los Diputados / EL PERIÓDICO

Mientras todo en la política se ha vuelto efímero, lo que deja poco margen para la planificación o para imaginar dónde estaremos dentro de cinco años, las empresas siguen trabajando con compromiso para seguir generando riqueza y oportunidades. Mientras hoy en España el debate político está en conversaciones de whatsapp de hace 4 o más años, el mundo sigue. Nuestros competidores avanzan porque tienen un plan y saben lo que quieren. Y España y también Europa se quedan atrás. 

La política tiene una capacidad casi inigualable para superarse a sí misma… y para sorprendernos. Siempre se ha dicho que es el reflejo de la sociedad, pero esa afirmación suena cada vez más lejana cuando vemos a líderes mundiales anunciar medidas que, sin duda, desencadenarán un cataclismo. Un ejemplo reciente: los aranceles anunciados por Trump en EE.UU., que pocos días después él mismo puso en pausa. Aranceles que ya se perfilan como otro caso de decisiones fugaces, titulares para un día y olvido al siguiente.

Y, sin embargo, mientras esas medidas pueden pasar a la historia de lo efímero, las empresas no tienen ese lujo: deben seguir preparadas para cumplir con su propósito, generar impacto y sostener su compromiso social en medio de la incertidumbre.

Hemos pasado de la política a golpe de tuit a una política-espectáculo tipo Gran Hermano, donde los desplantes y las broncas se retransmiten en directo. El líder de la primera potencia mundial habla de países que “le están besando el culo”, borrando de un plumazo cualquier rastro de formas —si es que aún quedaba alguna— en el discurso político.

Y mientras tanto, la sociedad, los ciudadanos de a pie, seguimos atónitos, tratando de no caer en la apatía o el desánimo. Resistiendo como podemos.

Si miramos hacia España también aquí ocurren cosas insólitas. La reciente aprobación de la nueva Ley del Medicamento es un buen ejemplo. Tras una reunión aparentemente prometedora entre el presidente Sánchez y los CEOs del sector biofarmacéutico, todo indicaba que España iba a posicionarse como un país clave en el ámbito de la innovación biomédica. Sin embargo, el resultado legislativo ha sido decepcionante: la ley aprobada limita la colaboración público-privada, introduce inseguridad jurídica en el acceso al mercado y deja en el aire incentivos clave para la inversión. Se desvaneció, por ahora, aquel sueño de convertirnos en referente del mundo biofarmacéutico, ahuyentando oportunidades estratégicas.

Igualmente efímero ha sido el reciente acercamiento del Partido Popular al Gobierno para acordar una posición común que protegiera a los sectores económicos españoles frente a los aranceles anunciados por Trump. Un intento de responsabilidad institucional que fue boicoteado, oportunamente, por Junts en plena negociación con el Gobierno, y después por el propio PP que una vez más se bajó del barco con alguna excusa de la nueva política. Una vez más, los intereses del Estado quedan en segundo plano ante la aritmética parlamentaria efímera y volátil.

Mientras sigamos instalados en lo efímero, el compromiso seguirá en crisis. Y corremos el riesgo de que los pocos compromisos que aún existen en nuestro país —en política, en economía o incluso en lo personal— se acaben rompiendo. Porque cuando todo se vuelve fugaz, volátil y superficial… nada se construye.

Pero todavía estamos a tiempo. Si queremos garantizar el progreso, la cohesión y la prosperidad, tenemos que reivindicar el valor del compromiso: desde las instituciones, desde la política y desde la sociedad. Solo así podremos construir algo que merezca la pena durar.