Opinión | Editorial
Editorial

Editorial

Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La (inesperada) euforia culé

Este equipo goza de un presente expansivo y feliz. Falta que el club, como institución, también esté a la altura

La gran juerga del Barça y una noche sin fin: Laporta en Luz de Gas, una visita al hospital y el puro de Szczesny

El compañerismo del Barça de Flick: Dani Olmo, Eric García, Pedri e Iñigo Martínez, en bici a celebrar con Ferran Torres

Flick se dirige al vestuario.

Flick se dirige al vestuario. / Jordi Cotrina

Si hay una imagen que simboliza lo que ha sido el Barça en esta temporada gloriosa, convincente, atrevida, es la de Lamine Yamal justo después de marcar el gol del empate en el clásico que sentenciaba la competición. El joven jugador de Mataró celebró el tanto con un gesto de las manos que pedía tranquilidad y con otro, señalándose a sí mismo, que venía a decir: no sufráis, aquí estoy yo para remediarlo. 

Al título de Liga hay que añadir el de Copa, en un doblete que no se conseguía desde hace siete años, sin olvidar el de la Supercopa de España, todos ellos en pugna con un Real Madrid temible por el fichaje estrella de Mbappé

Después de un período deportivamente convulso y con el marcador a cero, sin fondos para invertir, con una extensa problemática social y económica, con dificultades presupuestarias y compromisos inversores que incluso ponían en duda la propia viabilidad de una entidad propiedad de los socios, con el Camp Nou patas arriba y sin fecha concreta para su reinauguración, con el recuerdo reciente de una mediocre experiencia con Xavi como entrenador, el Barça empezaba el curso con solo dos fichajes y con la percepción de tener que enfrentarse a una travesía del desierto para volver de verdad a la élite futbolística internacional. Dani Olmo, que tuvo que ser inscrito con la Liga ya iniciada a causa del 'fair play' financiero, y Hansi Flick como entrenador (una opción por la que apostó decididamente la junta presidida por Joan Laporta) eran las esperanzas, escasas, del club para revertir la situación. 

Esta temporada será recordada por un inicio dubitativo y un final apoteósico, impensable hace solo unos meses. Entre medio, la eclosión fulgurante de ese Lamine Yamal que pedía calma y reclamaba protagonismo. Y mucho más, como una dirección serena, la del míster alemán, alejada del ruido ambiental, basada en el esfuerzo constante y una valentía deportiva que muchos calificaron como suicida.

Es la temporada de Lamine Yamal y de Hansi Flick, por supuesto, pero también de los 14 jugadores menores de 25 años cuya aportación inesperada y decisiva se ha aliado con la de veteranos como Lewandowski, Íñigo Martinez, Raphinha o el inclasificable Szczęsny para crear una combinación imbatible. 

En el mes de noviembre, precisamente en el único bache del curso, cuando parecía peligrar el proyecto, se llevó a cabo el acto de celebración del 125 aniversario del Barça. El comisario del evento, David Carabén, reclamó entonces «tener la pelota para disfrutar, para compartir, para vencer y para decidir nuestro futuro». Así fue, así ha sido. En una segunda vuelta impecable, con cuatro victorias memorables contra el Madrid, con contínuas remontadas increíbles, con 97 goles a favor (hasta ahora, el equipo más goleador de Europa), pero con un sistema defensivo frágil, fruto justamente del atrevimiento atacante de Flick, el Barça solo tiene que lamentar el tropiezo europeo en la Champions, que se convierte así en uno de los retos de la próxima campaña

Este equipo goza de un presente expansivo y feliz y vislumbra un futuro que puede marcar época. Falta que el club, como institución, esté a la altura. Con claridad en las cuentas, con el retorno esperado al Camp Nou, con una política que, más allá del éxito deportivo que hoy se celebra, procure por la continuidad sostenible del modelo azulgrana.